La tradición tibetano-mongola del budismo floreció en el Imperio ruso entre los pueblos mongoles de Buriatia y Kalmukia y el pueblo turco de Tuvá. Sin embargo, a partir del siglo XIX, el interés comenzó a crecer también entre la población budista no étnica, tanto en los círculos académicos como entre aquellos que buscaban un camino espiritual. El término “no étnico” se utiliza aquí para referirse a la tradición tibetano-mongola del budismo practicada por personas de orígenes étnicos no budistas. Esto es mejor que llamar a estas personas “conversos” o “convertidos”, como suele hacerse en la literatura sociológica. Muy a menudo, estas personas encuentran ellas mismas la enseñanza budista; nadie los “convierte”. El término “no étnico” es un término común para tales personas, como, por ejemplo, en el artículo del Venerable Gunasekara, “Budismo étnico y otros obstáculos al Dharma en Occidente”, Budismo de Rusia, núm. 40. A pesar de la grave persecución de los budistas durante el período soviético, el interés se mantuvo y volvió a florecer con la relajación de las restricciones religiosas en los años inmediatamente anteriores a la disolución de la URSS.