Revisión
Una preciosa vida humana y trabajar para deshacerse del sufrimiento
En la progresión del lam-rim, las etapas graduales, hemos recorrido los niveles inicial e intermedio. Hemos visto que antes de empezar a deconstruir al yo falso es muy importante desarrollar el “yo” convencional; en otras palabras, un sentido del yo convencional, la apreciación de la existencia de un “yo” convencional. Valoramos que estamos dotados de libertades, es decir, que estamos libres de situaciones horribles y grandes obstáculos; tenemos muchas oportunidades. Tenemos muchas oportunidades para hacer algo profundo y significativo con nuestra vida.
Una de las suposiciones básicas del budismo es que todo el mundo quiere ser feliz; nadie quiere ser infeliz. Es como si las cosas fueran en dirección de la vida, hacia el crecimiento. No queremos decaer, queremos crecer. Todo el mundo quiere ser feliz. Y con la valoración de la preciosa vida humana, nos damos cuenta de que es posible hacer algo para ser más felices. Esto nos hace apreciar nuestra habilidad de hacer algo. En otras palabras, primero tenemos que cuidarnos, tomarnos en serio; “en serio” quiere decir “existo y quiero ser feliz”. No hay nada de malo en ello. Me interesa lo que experimento. Ese es un “yo” positivo, un sentido saludable del “yo”.
Tenemos una libertad temporal de un sufrimiento realmente horrible y, si no hacemos algo con esto, es bastante probable que experimentemos un terrible sufrimiento otra vez, así que queremos evitarlo. Esto también es muy saludable. Vemos que, en el desarrollo de los niños, tienen que darse cuenta de que, si acercan sus manos al fuego o si corren hacia los coches, etc., todas esas cosas son peligrosas y les causarán dolor y sufrimiento. En el desarrollo de un sentido saludable del “yo” en un niño, el niño aprende a evitar las causas del sufrimiento. Aquí, en el desarrollo del lam-rim, estamos haciendo eso a un nivel más adulto.
Y nos damos cuenta de que, para deshacernos del sufrimiento, tenemos que deshacernos de la causa del sufrimiento. Primero trabajamos en el autocontrol para evitar el comportamiento destructivo, porque vemos que eso nos va a conducir a la infelicidad. Entonces intentamos lograr una cesación de las causas del sufrimiento, y lo hacemos mediante la eliminación de cierto nivel de no darse cuenta, de no darse cuenta de la causa y efecto conductual. Al ejercer ese autocontrol y esa fuerza de voluntad para abstenernos de actuar destructivamente, se genera nuestra felicidad ordinaria. Pero la felicidad ordinaria no dura; no nos satisface y todo eso.
Formas imposibles de existencia: el “yo” falso contra el “yo” convencional
Comprendemos que aquí el problema es que pensamos en términos de ese “yo” sólido que tendrá el autocontrol y controlará al “yo” que se porta mal. Así que hay cierto tipo de error aquí en términos de cómo me concibo al ejercer la autodisciplina. La autodisciplina, la fuerza de voluntad, el autocontrol, ese tipo de cosas, son necesarias. Están fundamentadas en el “yo” convencional y no en algo de lo que queramos deshacernos; pero lo que queremos hacer es eliminar las ideas equivocadas del “yo” que está haciendo todo eso. Para hacerlo, por supuesto, necesitamos deshacernos del no darse cuenta con el que estamos confundidos acerca de cómo existimos, cómo el “yo” convencional realmente existe; y refutamos y nos deshacemos de esa creencia de que existimos en esos tipos de formas imposibles.
Entonces, la pregunta se vuelve: ¿cuáles son esas formas imposibles que estamos proyectando? Y empezamos a refutarlas y a ver que no se refieren a nada real, paso a paso, de forma cada vez más y más sutil. Y todo ello sobre la base de ese sentido saludable del “yo” convencional que quiere ser feliz. Yo no quiero sufrir. Y lo que yo experimento es mi responsabilidad. No es solamente mi responsabilidad; no es que yo sea el único factor causal, porque hay muchos, muchos más factores que afectan a mi experiencia. Sin embargo, juego un papel en lo que hago y, por lo tanto, necesito de alguna manera tomar el control de lo que está sucediendo (aunque no en términos de ese gran controlador metido en mi cabeza) y hacer algo con la situación.
Determinación de ser libre
Los problemas no van a irse por sí mismos; necesito hacer algo. Luego:
- Quiero deshacerme del sufrimiento y de la infelicidad;
- esta felicidad ordinaria que logro y experimento nunca es satisfactoria y nunca tengo suficiente, así que también quiero deshacerme de esta situación problemática;
- me gustaría deshacerme de la compulsividad de los altibajos, que es la base de todo ello.
Tenemos esa determinación potente de ser libres. Este es el “yo” convencional que quiere ser libre, fuerte, saludable, y ser capaz de ver lo que sería de gran beneficio, y que además tiene la fuerza de voluntad para hacerlo. Pero no va a tener éxito si tratamos de hacerlo como, lo que llamamos en Occidente, un gran “viaje del ego”, el gran y fuerte “yo” autosuficientemente existente: “yo voy a liberarme”. Eso no va a funcionar. ¿Y qué intentamos liberar? Si intentas liberar a un “yo” falso como lo describimos antes, el “yo” falso no existe. Intentar liberarlo es fútil. Necesitamos liberar al “yo” convencional.
Con la fuerza de voluntad y la determinación del “yo” convencional, nos entrenamos en la autodisciplina ética, los votos y todo eso, lo cual estructura nuestro comportamiento; y después, sobre la base de esa disciplina, la presencia mental y la alerta que desarrollamos progresivamente mediante esa autodisciplina ética superior de mantener los votos, entonces dispondremos de las herramientas para ser capaces de obtener realmente la concentración superior adecuada. Con esa concentración superior, podemos enfocarnos en el darse cuenta que discrimina, con el cual refutamos cualquier tipo de creencia en esa forma imposible de existencia del “yo”, porque vemos que no se refiere a nada real. Esto es lo que significa “vacuidad”: la ausencia total de un referente real para esa proyección que es imposible.
¿Qué otra cosa es imposible acerca del “yo”? Es imposible que existamos y vivamos de forma totalmente separada de todos los demás. No es sólo que no haya un “yo” separado de la base del cuerpo, mente, emociones, sensaciones, etc., sino que tampoco hay un “yo” separado de todos los demás. Por supuesto, somos individuos, así que estamos convencionalmente separados de los demás; yo no soy tú. Si tú comes algo, no llenará mi estómago. Convencionalmente estamos separados y somos individuos, pero no de una forma imposible en la que existamos totalmente no relacionados e independientes de todos los demás.
Desarrollar el amor y la compasión hacia nosotros y todo el mundo, tanto emocional como racionalmente
Así que, si realmente queremos desarrollar un sentido saludable del “yo”, en términos del desarrollo saludable de nuestro “yo” a través del lam-rim, necesitamos interesarnos por todos los demás, el “yo” convencional de todos los demás. ¿Cómo desarrollamos un interés saludable por los demás una vez que nos hemos dado cuenta de que toda nuestra existencia depende del trabajo de los demás, de que seamos criados por otros, etc.? Para hacer esto, necesitamos abrir nuestra perspectiva sobre cómo pensamos, la preocupación positiva que tenemos, no sólo en términos de ese “yo” limitado, sino también en términos de todo el mundo. Lo que queremos desarrollar entonces es: “de la misma forma que yo quiero ser feliz y no ser infeliz, igualmente lo quieren todos los demás”. Queremos desarrollar, no sólo el deseo de ser feliz y no ser infeliz para nosotros mismos, lo cual es básicamente amor y compasión por uno mismo, sino el deseo de que todos los demás sean felices y no sufran, es decir, amor y compasión hacia todo el mundo.
Es sólo cuando tenemos amor y compasión hacia nosotros mismos que podemos tener esas cosas sinceramente hacia los demás. Queremos extenderlo. Expandimos ese amor y compasión a todo el mundo empezando por nosotros mismos. De otra forma, si pensamos: “bueno, yo no merezco ser feliz” o algo así, entonces ¿por qué otra persona merecería ser feliz? Eso es muy desequilibrado, nada saludable.
Para desarrollar este amor y compasión existen dos formas y es muy importante usar las dos:
- Una es una forma emocional de desarrollar amor y compasión;
- y la otra es una forma racional de desarrollarlas.
Se refuerzan la una a la otra; contar solamente con una sería un poco deficiente. Estábamos trabajando en el nivel intermedio para deshacernos de las emociones perturbadoras, pero no necesariamente hemos recorrido el camino hasta el estado de un arhat, un ser liberado, de forma que estemos totalmente libres de esas emociones. En la mayoría de los casos, habremos progresado al intentar desarrollar un nivel Mahayana antes de eso. Hacer esto no significa saltarse el nivel inicial e intermedio; significa no recorrer todo el camino hasta la conclusión del nivel intermedio. Esta es la forma en la que están formulados los lam-rims.
Nuestra tarea ahora es abrirnos e interesarnos por absolutamente todo el mundo, no sólo por nosotros mismos. Este es el nivel Mahayana. Es vasto: esto significa “todo el mundo”. Ahora bien, lo que impide eso es que nos atraigan unos, nos repelan otros y seamos indiferentes hacia otros. Estas son las llamadas tres “emociones venenosas perturbadoras”.
- Deseo anhelante
- Enojo o repulsión
- Indiferencia, ingenuidad: la ingenuidad de que la otra persona existe, por eso la ignoramos.
Si pensamos en términos de que no hay un principio ni un final para el “yo”, entonces eso es verdadero para absolutamente todo el mundo. Así que algunas veces todo el mundo ha sido mi amigo, algunas veces todo el mundo ha sido mi enemigo, y algunas veces todo el mundo ha sido un desconocido para mí. Es sólo una cuestión de cuándo; estas posiciones han cambiado continuamente. Tenemos este método para desarrollar la ecuanimidad hacia todo el mundo, el cual se comparte con el nivel intermedio y avanzado, porque se trabaja con las emociones perturbadoras básicas: la atracción, la repulsión y la indiferencia.
Aprecien esto: eso es común con el nivel intermedio y está basado en las emociones perturbadoras burdas. Está basado en ese concepto del “yo” sólido que está sentado en nuestra cabeza, y para ser felices somos atraídos hacia otros: “Si consigo unas cuantas personas para “mí”, para que sean mis amigos y les guste y me presten atención y todo eso, eso hará feliz al “yo” sólido. Y si algunos se alejan de mí, eso me hará infeliz. Y si simplemente a algunos los ignoro y no tengo que lidiar con ellos, estaré feliz. Estaré más seguro”. Es lidiar con todo el concepto de ese intento fútil de asegurar al yo que está sentado detrás del puesto de control.
Todo el mundo ha sido bueno conmigo alguna vez; todo el mundo ha sido horrible conmigo y me ha lastimado alguna vez; y todo el mundo, alguna vez, no me ha hecho nada. Así que no hay razón para que alguien me guste, me disguste o me resulte indiferente, porque todo el mundo ha actuado de estas tres maneras conmigo.
Si ese es el caso (si ahora vemos que tenemos esa ecuanimidad hacia todo el mundo), entonces no sólo todo el mundo ha sido mi amigo, mi enemigo y un desconocido para mí en algún momento; todo el mundo también ha sido mi madre, la persona que ha sido más bondadosa conmigo.
Verán, hemos calmado las emociones perturbadoras hacia todo el mundo y ahora lo que queremos es desarrollar emociones positivas hacia todo el mundo. Eso es sobre la base de que todo el mundo ha sido la persona más bondadosa conmigo en la vida, y en el sentido clásico, esa persona es la madre. Si no fuera nuestra madre, también podría ser nuestro padre, nuestro mejor amigo; no importa. Lo importante es quién ha sido más bondadoso con nosotros, y en última instancia, en resumidas cuentas, nuestra madre no nos abortó.
Después, nos enfocamos en la bondad que hemos recibido. Nuestras madres pueden haber sido poco bondadosas con nosotros, pero no hay ningún beneficio en enfocarnos en eso; así que nos enfocamos en la bondad que hemos recibido. La emoción a la que conduce eso es la gratitud. Estamos realmente agradecidos por toda la bondad que hemos recibido. Podemos enriquecer eso al pensar cómo los demás han sido bondadosos con nosotros incluso cuando no fueron nuestras madres. Cultivaron la comida que comemos; la transportaron; hicieron las carreteras; construyeron las redes eléctricas. Todo lo que usamos proviene del trabajo de los demás. Si lo hicieron o no a propósito para nuestro beneficio es irrelevante. Pero debido a la bondad de su trabajo, estamos muy agradecidos. Y como estamos tan agradecidos y apreciamos esa bondad, naturalmente nos gustaría ayudarles. Nos gustaría hacer algo a cambio para, de alguna manera, equilibrar eso, no por culpa, sino simplemente por sentirnos agradecidos.
Es importante darse cuenta de eso en toda esta explicación de retribuir la bondad de los demás. No es que tengamos una deuda y, por lo tanto, somos culpable si no la devolvemos o pagamos, así que tenemos que hacerlo. No es así. Queremos arreglar y cuidar todo lo que esté mal con la otra persona. Esa es la connotación de la palabra tibetana que se usa aquí: estamos tan agradecidos que, por supuesto, nos gustaría ser útiles para ayudar a la otra persona, porque sentimos esta conexión positiva. Eso conduce naturalmente al amor reconfortante, con el cual somos realmente felices de encontrar a cualquiera y nos sentiríamos muy mal si algo malo les pasara.
En el texto dice que no tenemos que hacer ningún tipo de meditación separada para ello. Eso surgirá de forma automática. Surgirá automáticamente cuando estemos realmente agradecidos por la bondad que hemos recibido. Pero si pensamos: “yo tengo esa deuda y ahora tengo que pagarla”, entonces ciertamente no vamos a estar felices de ver a todos: “Dios mío, tengo que ser bondadoso con esta persona porque ha sido bondadosa conmigo hace cinco millones de vidas”. Así que tratamos de darle sentido a las enseñanzas.
Esto conduce al desarrollo emocional del amor (queremos que sean felices y que tengan las causas de la felicidad) y la compasión (queremos que estén libres del sufrimiento y de las causas del sufrimiento). Y de verdad vamos a intentar ayudarles para que sean felices y estén libres de la infelicidad y el sufrimiento. Vemos eso en los pasos para desarrollar las cuatro actitudes inconmensurables: el amor, la compasión, el gozo y la ecuanimidad inconmensurables. Por ejemplo:
- Qué maravilloso sería si todo el mundo fuera feliz: este es el primer paso.
- Que todos sean felices: paso dos.
- Que pueda yo ser capaz de traerles felicidad; voy a hacer algo.
- Y después: “ah, gurú, maestros espirituales, budas: inspírenme para que sea capaz de hacer eso”. Así que tomar un poco la responsabilidad de hacer algo es parte del amor y la compasión.
Este es el desarrollo emocional de ello, pero eso necesita ser reforzado. Trabajar solamente con puras emociones es inestable. Primero, solo digieran lo que he dicho sobre el desarrollo emocional del amor y la compasión, con lo cual primero trabajamos en superar cualquier residuo que pueda quedar de esas emociones perturbadoras burdas (atracción, repulsión e indiferencia). Purificamos eso y entonces desarrollamos esta emoción positiva del amor y la compasión.
Y, por supuesto, quien está sintiendo amor y compasión es el “yo” convencional. Los demás han sido bondadosos conmigo; ¿con quién han sido bondadosos? Con el “yo” convencional. No podríamos ni siquiera pensar en la bondad que los demás nos han mostrado si no pensáramos que hay un “yo” convencional. ¿A quién se la han mostrado? ¿A nadie? Así que estas meditaciones reafirman el “yo” convencional.
Ahora, existe una presentación de las emociones perturbadoras sutiles; existen las emociones perturbadoras burdas y las emociones perturbadoras sutiles. Necesitamos observar cuáles son esas emociones perturbadoras sutiles. Las emociones perturbadoras sutiles son aquello que queda después de haber refutado ese nivel inicial de lo que es imposible en lo que respecta al “yo”. Nos hemos dado cuenta de que no hay forma de que el “yo” exista en términos de ser el “yo” que no se ve afectado por nada y que no tiene partes, que no depende de ninguna base y que puede ser liberado y existe por sí mismo, y que puede ser conocido por sí mismo. Una vez que hemos refutado todo eso, no es suficiente para deshacernos de las emociones perturbadoras. Según algunas teorías, eso nos ayudará a eliminar las emociones perturbadoras burdas, pero seguirá habiendo las sutiles.
Ahora tenemos que pensar realmente e intentar averiguar qué diantres son esas emociones perturbadoras, esas emociones perturbadoras sutiles que quedarían. No están basadas en pensar en ese “yo” falso, ese pequeño controlador sentado en mi cabeza que quiere conseguir que “yo” le guste a la gente, y quiere que otras personas estén alejadas de “mí”. No pensamos así sobre nosotros. Sabemos que eso es una fantasía, un cuento. No tenemos ninguna atracción, repulsión o indiferencia hacia nadie; pero ¿qué nos queda en términos del “yo” falso? Todavía queda un “yo” falso que existe separado de todas las demás cosas como si estuviera encapsulado en plástico: “Bueno, comprendo que eso está imputado sobre los agregados y sólo puede ser conocido en términos de los agregados” y todo eso; pero está encapsulado, porque es individual, así que está encapsulado en plástico; y, de esta forma, las demás personas están encapsuladas en plástico como una pelota de ping-pong.
No es que esté atraído o repelido por ninguna de esas otras pelotas de ping-pong, si queremos concebirlas como pelotas de ping-pong. Pero todavía sentimos que algunas son más cercanas y otras más distantes. Estas son las emociones perturbadoras sutiles: sentir que algunas son más cercanas y por eso las ayudaré primero, y otras más distantes, más lejanas. Hacemos este tipo de diferenciación. Esto es en lo que necesitamos trabajar para desarrollar el amor y la compasión de una forma que será racional, que superará esas emociones perturbadoras sutiles. No son emociones burdas.
El desarrollo emocional del amor y la compasión se enfoca en superar las emociones perturbadoras burdas, y la forma racional de desarrollar el amor y la compasión tiene como objetivo superar las emociones perturbadoras sutiles. En la secuencia emocional, no hay ninguna razón para estar atraído, repelido o indiferente hacia los demás, ya que todo el mundo ha sido muy bondadoso con nosotros, y desarrollamos esta sensación emocional reconfortante. Pero ahora, como todavía seguimos concibiendo a algunos como seres cercanos a “mí” y algunos distantes de “mí”, necesitamos un enfoque más racional para desarrollar una actitud ecuánime hacia todo el mundo. Hacemos esto sobre la base de la línea de razonamiento de que todos somos iguales. Todo el mundo quiere ser feliz por igual, y todo el mundo no quiere ser infeliz por igual. Es una razón racional tener una actitud ecuánime hacia todo el mundo, no una razón emocional que: “bueno, todo el mundo ha sido bueno conmigo”.
Existen nueve puntos de vista diferentes que podemos usar para demostrar esta igualdad de una forma muy racional. No hay tiempo para ir a través de todos ellos, pero existen nueve puntos de vista para demostrar racionalmente que todo el mundo es igual. Mediante ellos, desarrollamos la ecuanimidad que nos ayudará a superar estas emociones perturbadoras sutiles. Después, de una forma muy racional, nos damos cuenta de que la infelicidad proviene de solo valorarnos a nosotros mismos, y la felicidad proviene de valorar a los demás. Y ya contamos con un sentido saludable del “yo”, así que, no es que no tengamos ningún sentimiento positivo hacia nosotros mismos y solo agreguemos sobre él un sentimiento negativo: “ah, es tan horrible que sea egoísta y egocéntrico”. Entonces, no estaríamos haciendo otra cosa más que arrojar más negatividad sobre nosotros mismo. Este intercambio (deshacerse del egocentrismo y apreciar a los demás) tiene que estar sobre la base de un sentido saludable del “yo” convencional.
De una forma muy racional vemos que este cuerpo proviene de las piezas de los cuerpos de otras dos personas (el esperma de mi padre y el óvulo de mi madre) y lo mismo ocurre con los cuerpos de todas las demás personas. ¿Cuál es la diferencia entre sonar mi nariz y sonar tu nariz? No hay ninguna diferencia. Es la nariz de un cuerpo que proviene de otras personas; son lo mismo. Limpio mi trasero, limpio tu trasero, limpio el trasero del niño, limpio el trasero del niño de otra persona. ¿Cuál es la diferencia? Se trata simplemente de limpiar un trasero. Así que esta no es una forma emocional de desarrollar preocupación por los demás, ¿verdad? Es una forma muy racional de desarrollarla.
Es así, y tenemos las prácticas de intercambiarse uno mismo con los demás; y el tonglen, que es el dar y recibir con amor y compasión: “que seas feliz, que estés libre de sufrimiento”. Es muy importante tener este desarrollo dual de amor y compasión. Si se tiene sólo racionalmente, entonces la cualidad emocional se pierde. Y si se tiene sólo emocionalmente, no es muy estable. Los dos se complementan el uno al otro.
Después tomamos esta determinación excepcional, que es: “no sólo voy a ayudarles (que sean felices y que no sean infelices)”. Eso es en términos de los dos tipos de sufrimiento: el sufrimiento de la infelicidad burda y del sufrimiento de querer ser feliz de forma ordinaria. Entonces, esa determinación excepcional sería: “me gustaría que se deshicieran del sufrimiento que todo lo impregna (el que les causa el renacimiento incontrolablemente recurrente)”. Esta determinación es que voy a ayudarles a superar los obstáculos que impiden su liberación. “Voy a ayudarles a lograr la liberación e incluso la iluminación”. Esta es la determinación excepcional: realmente decidimos hacerlo, no sólo tenemos la buena intención de ayudarles.
Vemos cómo obtenemos un sentido saludable cada vez más poderoso del yo: “voy a ayudar a todo el mundo. Que todo el mundo sea feliz; que pueda yo traerles la felicidad. Voy a hacerlo”. Ese es el “yo” convencional. Y ahora: “no sólo voy a hacer eso; voy a ayudar a conducirlos a la liberación y a la iluminación”. Entonces podemos ver que eso inició con el desarrollo de la fuerza de voluntad y el autocontrol en el nivel inicial con: “voy a abstenerme del comportamiento destructivo, y después voy a obtener la liberación y a obtener concentración y todo eso; y ahora voy a ayudar a todos los demás”. Así que estamos desarrollando un sentido muy fuerte y saludable del “yo”.
La bodichita y las cualidades del “yo” convencional
En el mismo proceso tenemos que refutar las formas imposibles en las que imaginamos que existe el “yo” que está haciendo todo esto. No es el controlador sentado en mi cabeza, y no es el “yo” que es como una pelota de ping-pong. Entonces vemos que, para ser capaces de ayudar a todo el mundo a que logren la liberación y la iluminación, tenemos que iluminarnos nosotros mismos, y por eso desarrollamos la bodichita. Con la bodichita nos enfocamos en nuestra iluminación individual: no en la iluminación de Shakyamuni, no en la iluminación general, sino en nuestra propia iluminación, la que todavía no ha sucedido, pero puede suceder sobre la base de los factores causales para ello y que permitirán que tenga lugar. Esto incluye los dos llamados “entramados de fuerza positiva y darse cuenta profundo” que normalmente se llamarían “las dos colecciones”. Estos son los llamados “factores de naturaleza búdica”.
Esa fuerza positiva es la responsable de los “cuerpos de forma de un buda”; el darse cuenta profundo es aquello responsable de la mente de un buda. Realmente no tenemos tiempo de meternos en una explicación detallada de la naturaleza búdica. Y también hablamos de la naturaleza vacua de la mente, que permitirá la transformación, y también del hecho de que la continuidad mental puede ser vigorizada e inspirada. Estos son los factores de la naturaleza búdica.
Todas son cualidades de nuestro “yo”, nuestro “yo” convencional. El “yo” puede ser imputado sobre esos factores. Hay cierta fuerza positiva. ¿Cómo sabemos que tenemos cierta fuerza positiva? Porque si alguna vez hemos experimentado felicidad (alguna vez, a cierto nivel), eso proviene de la fuerza positiva. Así que tenemos esa llamada colección de mérito. Tenemos algo de fuerza positiva, de lo contrario, nunca en la vida tendríamos experiencias de felicidad. Y tenemos cierta comprensión, de otra forma ni siquiera comprenderíamos lo que es la comida o cómo comer o lo que sea. Tenemos cierto nivel de comprensión, así que hay un entramado de darse cuenta profundo. Podemos etiquetar al “yo” sobre esa base, sobre la base de la continuidad mental sobre la cual esos entramados pueden ser imputados.
Es importante comprender que no es que “yo ya sea un buda, ya estoy iluminado, simplemente está sentado en mi cabeza y tengo que darme cuenta”. Esta es una visión falsa del “yo”. Es un extremo; y el otro extremo es que “nunca podré iluminarme”. Pero si comprendemos que sobre la continuidad mental pueden imputarse (racionalmente, lógicamente) las causas que nos permitirán iluminarnos, entonces es posible. Pero eso es sobre la base del “yo” convencional. La iluminación individual que nos marcamos como objetivo todavía no está sucediendo; no está sucediendo ahora. Algo que no ha sucedido todavía es existente; podemos pensar en ello. Mañana todavía no está sucediendo; no está sucediendo hoy, ahora. Es mañana. ¿Existe semejante cosa como mañana? Sí.
Sobre la base de esa bodichita, esta es una confirmación muy potente del “yo” convencional. “Voy a hacerlo. Es posible que lo haga. Voy a marcarme como objetivo la iluminación”. Este es el estado de aspiración de la bodichita. Y el estado de compromiso dice: “nunca voy a volver atrás”. Así que, recuerden que teníamos estos estados de certeza:
- Tengo certeza de ello: “voy a trabajar para lograr la iluminación”;
- Y después la convicción aún más firme y poderosa: “nada va a apartarme de ello”;
- Y después: “voy a involucrarme en las prácticas que me llevarán a la iluminación”.
Es interesante esta palabra: “involucrarse”, es avatara en sánscrito y en hindi es avatar. Así que vamos a volvernos un avatar de un bodisatva. Vamos a intentar personificarnos con las actitudes de largo alcance. Como un avatar, involucrándonos en la conducta del bodisatva, ¿qué es lo que vamos a hacer? Tomamos los votos del bodisatva; esto le da la estructura, la forma de bodisatva a nuestro avatar. Y para mantener esos votos, los cuales marcan los límites de la forma de nuestro comportamiento que no vamos a traspasar, practicamos las seis actitudes de largo alcance, las llamadas “perfecciones” o paramitas, y la conducta que eso ocasiona.
Las seis actitudes de largo alcance
Estas seis actitudes de largo alcance también refuerzan un sentido saludable de un “yo” convencional.
- Generosidad es una actitud de dar. “Tengo algo para dar”, el “yo” convencional tiene algo para dar. Cuando se es capaz de dar, entonces aprecias que “valgo la pena, tengo valor. Hay algo que puedo dar”.
- Autodisciplina ética: eso también refuerza un “yo” convencional. “Voy a ejercitar el autocontrol; voy a abstenerme de actuar de forma destructiva. Voy a involucrarme con las cosas constructivas”.
- Paciencia: vamos a tardar mucho tiempo en iluminarnos. Es muy difícil ayudar a los demás. Sólo podemos conseguir esas metas sobre la base del “yo” convencional, no de ese que piensa: “bueno, todo puede suceder al instante” y cosas así. Así que no te enojas; eres capaz de soportar las dificultades que conlleva. La paciencia también requiere de un sentido saludable de un “yo” convencional que puede esperar.
- Perseverancia: esta palabra en sánscrito es virya, una palabra difícil de traducir. Virya está relacionada con la palabra vira, que significa “héroe” en sánscrito. Está relacionada con la palabra latina viri, que significa “hombre”, es decir “varonil”: un sentido de coraje heroico y viril real. Las mujeres también pueden tenerlo; no debemos pensar en esto de forma sexista. Es ser realmente heroico, como: “voy a ponerle fuerza y energía”. Se requiere una gran cantidad de valentía para emprender la obtención de la iluminación. “Voy a hacerlo; nada me detendrá”. Y nos ayuda a superar la pereza. Hay varios factores mentales que apoyarán esta virya, esta perseverancia fuerte de que vamos a continuar con ello y “me gusta, quiero hacerlo”. Uno de los factores que la sostienen, dice Shantideva, es el orgullo; el “orgullo de uno mismo” que, si revisamos la palabra tibetana nga-rgyal, quiere decir: “Saldré victorioso”. Es este sentido de autoconfianza. Nga es el “yo”, el “yo” convencional, y rgyal es “triunfar”. “Yo triunfaré”. Para tener esta fuerza que nos da valentía, para ser heroicos en esta empresa, tenemos que tener confianza en nosotros mismos. Esto es a lo que se refiere este orgullo: “haré esto, soy capaz de hacer esto, ser un buda”. Básicamente estamos etiquetando el “yo” convencional en términos de todos los factores agregados en cada momento que tienen este factor mental de este virya: “voy a hacerlo”, y toda la conducta que está involucrada en eso. Eso es el “yo”, el “yo” convencional.
- Estabilidad mental: esto incluye, no solo la concentración, sino también la estabilidad emocional.
- Darse cuenta que discrimina: discriminar entre cómo existen, no sólo nosotros, sino todas las cosas, y cómo no existen. Refutar, negar cómo es que no existen; lo que es imposible. Para lograr tanto la liberación como la iluminación, realmente necesitamos tener una comprensión mucho más profunda de lo que es imposible. En otras palabras, qué formas imposibles de existencia estamos proyectando sobre el “yo” y sobre todas las cosas.
¿Qué establece que existamos?
Ya hemos comprendido, esperemos, que no hay ningún yo que no sea afectado por nada; es decir, que no sea afectado y que no tenga partes y, por lo tanto, que no esté imputado o etiquetado sobre una base. Y que tampoco es algo que pueda liberarse y estar totalmente separado de todas estas cosas. Ya hemos comprendido eso, y hemos comprendido que el “yo” no puede ser conocido por sí mismo. Después comprendimos que puede ser etiquetado sobre los agregados, la base (cuerpo, mente, sensaciones, emociones, todo lo que experimentamos). Bien, hemos comprendido eso. No es un “yo” sólido etiquetado sobre esas cosas que después pueda separarse de ellas y existir por sí mismo.
Después pensamos, ¿cómo puede ser etiquetado sobre esos momentos de la experiencia? Y pensamos: “bueno, tiene que haber algunas características del ‘yo’ que hagan que yo sea yo”. Bueno, ¿dónde están esas características? “Yo”. Estoy etiquetado sobre el cuerpo, la mente y todo eso; por eso podríamos pensar que esas características están del lado de la base de etiquetado. A menudo pensamos en términos de nuestra conciencia, en términos de la mente, de que hay algo del lado de la mente que es la característica que hace que sea mi mente, que establece mi individualidad: eso establece mi existencia como mi “yo”, que establece que soy “yo”.
Piensen en eso; quiero decir, esto es realmente muy sutil. Piensas “yo”: “bueno, no puedo pensar en “yo” sin pensar en mi mente”, eso es a menudo con lo que asociamos el “yo”, porque es la voz que está ahí y todo eso. Así que pensamos “la mente” soy “yo” y así, esa individualidad, esa característica de mi “yo”, tiene que estar dentro de la mente. Seguro: “soy etiquetado sobre eso, pero esa característica puede ser encontrada en la mente, del lado de la mente como la base del etiquetado”. Pero no podemos encontrar esas características; eso que hace que la mente sea “yo”, mi mente. No podemos encontrar eso del lado de la mente. Así que eso es lo que tenemos que refutar a un nivel más sutil. Eso es el “yo” falso, un “yo” que no puede ser encontrado de ninguna manera con sus características distintivas en algún sitio del lado de la mente.
Tenemos esta concepción equivocada, si lo observamos a un nivel más profundo, de una mente que es establecida por sí misma. Ya ven todo el asunto: si revisamos los términos sánscritos y también los términos tibetanos, no hablan de una existencia verdadera. Hablan de una existencia verdaderamente establecida. Y ¿qué es lo que establece algo? Esta es la palabra clave (tibetano: sgrub, sánscrito: siddha). ¿Qué establece que yo exista? No es tanto lo que me hace existir, o cómo sé que existo, sino qué tipo de pruebas hay: ¿de dónde proviene el poder? La palabra “establecer” también se usa para la palabra “demostrar” algo. Y lo que es incorrecto es que haya algo del lado de mi “yo” que, por su propio poder, establezca que yo exista; o que haya algo del lado de la base de etiquetado (la mente) que establezca que yo exista. No hay nada en ningún lado que pueda ser encontrado que establezca que yo existo por mi propio poder.
Un “yo” que se establezca a sí mismo por su propio poder no se refiere a nada real. Esto es lo que está ausente cuando hablamos de la vacuidad: la ausencia total de un referente real de lo que estamos imaginando: un “yo” auto-empoderado que simplemente se establece a sí mismo. “Soy yo, estoy aquí por mi propio poder estableciendo que yo existo. ¡Oye! Estoy aquí”. O algo en mi mente que esté estableciendo que yo existo: “¡Oye! Es Alex”. Es una fantasía.
Etiquetado mental
¿Qué es lo que establece que existamos? El etiquetado mental. ¿Qué significa eso? No significa que sólo existo cuando etiqueto mentalmente: “Alex, Alex, Alex”, “yo, yo, yo”, y que si dejo de etiquetar ya no existo más. Ciertamente no significa eso. El etiquetado mental no crea nada. ¿Cómo establecemos que hay un “yo”, que yo existo? Bueno, está la etiqueta, está el nombre, está la palabra asociada con ello; y el hecho de que se refiere a algo sobre la base de etiquetado. Eso establece que algo existe. Las palabras, conceptos y todo eso se refieren a algo, pero a lo que se refieren no se sostiene por sí mismo, empoderado desde su propio lado estableciendo que algo existe. La expresión es que no hay nada que lo sostenga, como algún soporte.
Debido a esto, hago la distinción entre (también existe una distinción en tibetano) que nuestras palabras y conceptos, las etiquetas, se refieren a algo, pero no existe tal “cosa” que corresponda con la palabra. Están las palabras, los conceptos (recuerden que estamos hablando de categorías, que son como cajas mentales); y entonces está la caja de “amor”, o la caja de “rojo”, o la caja de “yo”. Las palabras implican cajas. Pero el universo no existe en cajas. Eso sería lo que correspondería a las palabras y los conceptos; que todo el universo (“yo”, “todo lo demás”) exista en esta o esa caja. Podemos encontrarlo en el diccionario bajo esa palabra. Pero las cosas no existen en cajas, así que no hay nada que corresponda con lo que estamos etiquetando. Pero las etiquetas se refieren a algo, porque yo funciono: yo hago cosas y todo eso. Esta es una distinción muy sutil. Hay dos palabras diferentes para eso en tibetano: btags-chos y btags-don.
Eso es bastante sofisticado, así que es algo en lo que realmente tenemos que trabajar. Pero ¿cómo se traduce todo eso sencillamente en nuestra experiencia ordinaria? Se traduce en nuestro viejo amigo: “nada especial”. No hay nada especial en “mí” del lado de mi “yo” que me haga tan especial; que haga de “mí” mi “yo”. Ese “nada especial” puede ser comprendido a muchísimos niveles de profundidad; pero todo está cubierto por esta comprensión de que no hay nada de especial en “mí”. Simplemente soy uno más de todo el mundo y por eso no hay nada por lo que tenga que sentirme inseguro. No hay nada que tenga que asegurar, nada que esté siendo amenazado. Sigue adelante con la vida, y en particular, sigue adelante con intentar mejorar la situación de ti mismo y de todos los demás. Simplemente hazlo. No hay nada especial en ello, no hay nada especial en el “mí”. Simplemente hazlo.
Conclusión
Este es el tema del desarrollo saludable del “yo” a través del lam-rim; el proceso de reafirmar y fortalecer ese sentido saludable de un “yo” mientras que, una vez que se ha desarrollado hasta cierto nivel, empezamos a aclarar ideas equivocadas sobre cómo concebimos erróneamente la forma en que existe el “yo” convencional, que sería como el “yo” falso, yendo de forma cada vez más profunda y cada vez más sutil en lo que estamos refutando. ¿Qué preguntas tienen?
Preguntas
“Nada especial” frente a indiferencia
¿Cuál es la frontera entre la indiferencia y todo eso y, por lo tanto, simplemente relajarse y no hacer nada (entre un tipo de actitud egocéntrica y pensar “nada especial”) y luego simplemente tener la autodisciplina para ir y hacer algo?
“Nada especial” es muy diferente de “lo que sea, ¿qué más da?”. Con la actitud de “nada especial” no convertimos lo que hacemos en una montaña de un grano de arena. No tenemos que ir anunciándolo; no tienen que darte las gracias por ello; nada de eso. Aquí tienen un ejemplo. Vivimos en un bloque de pisos y en el vestíbulo de la entrada hay un montón de papel y basura en el suelo, y hay una papelera. Así que, nada especial, recogemos los papeles del suelo y los ponemos en la papelera. Como dice Shantideva, los problemas no tienen dueño así que: no es mi problema, no es tu problema, sencillamente es un problema. Necesita ser arreglado porque es un problema. Hay papeles en el suelo y es necesario que alguien los recoja, no hay nada de especial en eso, no hay nada de especial en hacerlo. Simplemente lo hacemos.
Así que, sin poner un pequeño cartel en la pared que diga: “este papel fue recogido por...” y que firmes con tu nombre; sin el sentido de “yo soy la víctima; todo el mundo en el edificio es tan horrible, son tan descuidados, y ¿por qué siempre tengo que recogerlo yo después de que todo el mundo los haya tirado?”, y entonces estás resentido con todos los demás. “Soy tan especial, soy la señorita de la limpieza o el señor de la limpieza”. Simplemente lo haces, ya sabes, no es nada del otro mundo. Recoges el papel. ¿Y qué? Simplemente lo haces porque es necesario que se haga. Y esta es la actitud de “nada especial”. No es que no hagas nada, y no es egocentrismo: “bueno, yo no tiré los papeles, ¿así que por qué iba yo a recogerlos?”. Simplemente haces lo que es necesario.
Eso es operar sobre la base de un sentido saludable del “yo” convencional, no del “yo” falso que tiene que ir dando vueltas por ahí, limpiando lo que han ensuciado todos los demás y pensando “soy tan bueno” y “soy perfecto” y “todo el mundo es tan horrible”. “Yo soy el budista bodisatva y limpiaré lo que todo el mundo ensucie”. Así no.
¿Y si vemos a la persona que tiró los papeles?
Todo depende de si esa persona está receptiva o no a nuestro consejo. Tienes que usar tu juicio.
¿Como si la persona es más fuerte que nosotros?
Estas son situaciones muy difíciles. Por ejemplo, en la estación de metro de U-Bahn de Berlín, donde vivo, está prohibido fumar. Pero a veces algunos de esos jóvenes particularmente fuertes, con un aspecto agresivo, se ponen a fumar ahí. Así que si yo, un viejo canoso, me dirijo hacia ellos y les digo: “¡oye, aquí no se fuma!”, es probable que me den un puñetazo en la cara; así que uno ejercita la paciencia. No es tan malo que estén fumando; no van a matar a nadie. E intentamos no meternos en todo ese viaje mental de criticar y “ah, ¡esos jóvenes!” y bla bla bla, toda esa forma de pensamiento destructivo. Básicamente sólo nos produce infelicidad; eso es todo lo que produce.
Pero después hay situaciones verdaderamente peligrosas, ¿hay que intervenir cuando alguien está siendo atacado y golpeado, etc.? Entonces tenemos que tener el juicio para ver si contamos con la habilidad de detenerlos o no, o si podemos llamar a alguien que los haga parar. Si tenemos la habilidad, entonces lo hacemos; si no, encontramos otro método para detenerlos. Esto es muy delicado, muy difícil. Por eso queremos ser un buda.
Recuerdo un incidente en el que una pareja en el metro estaba gritándose, de forma bastante horrible y bastante agresiva. Entonces alguien quiso meterse y le dijeron al señor: “oye, deja a esta señorita en paz”. Y los dos se volvieron contra esta persona, porque son pareja y tienen discusiones y se gritan el uno al otro. Esa es la forma en que ellos interactúan, y por eso no es ningún asunto de nadie más. Por eso hay que volverse realmente un buda para conocer lo que está pasando en cada situación.
Tengo vecinos así. Es una vieja pareja de turcos y puedo oírles a través de la pared, y a veces se gritan el uno al otro tan fuerte como les da su voz. Y, sin embargo, cuando les visito y me invitan, son la pareja de enamorados más feliz y todo eso. Esa es sólo su costumbre de cómo se hablan entre ellos cuando quieren expresar su punto de vista y no están de acuerdo. La omnisciencia sería muy útil.
Otro enfoque interesante sería si ves a alguien tirando esos papeles, si vas y recoges esos papeles y los tiras, y entonces la persona ve que los estás tirando.
Tienes que tener mucho cuidado de no hacer eso en plan de “mira qué bueno que soy”, con la intención de hacer que la otra persona se sienta culpable. No sé, es muy difícil. Me viene a la cabeza el ejemplo de un bebé de un año sentado encima de una silla y que tira las cosas al suelo. ¿Cómo le enseñas a un bebé de un año a que no haga eso? No es tan fácil. Requiere de mucha paciencia. Simplemente gritarle al niño y pegarle por hacer eso… bueno, el bebé no lo entenderá. Los adultos pueden ser muy bebés también. Es el término que Shantideva siempre usa: las personas son infantiles. Esto nos ayuda a desarrollar la paciencia que tendríamos con un bebé, con un poco de suerte.
Características de un “yo” convencional saludable
¿Podrías revisar cuáles son las características de un “yo” convencional saludable?
Un “yo” convencional saludable es aquel que:
- Se responsabiliza de sus propias acciones.
- Se interesa por las consecuencias de sus acciones, en sí mismo y en los demás.
- Trabaja de forma realista para intentar mejorar la calidad de su vida propia y la de los demás, en el nivel que esté a su capacidad.
- Es lo suficientemente fuerte como para ser capaz de ejercer el autocontrol para abstenerse de lo que sería dañino.
- Y tiene la fuerza de voluntad para involucrarse en lo que será constructivo y beneficioso.
Este sería un sentido convencional de un “yo” que no exagera el “yo” convirtiéndolo en algo que es absolutamente imposible: uno que siempre tenga que tener el control, que siempre tenga que ser perfecto, que todo el mundo tenga que prestarle atención y que le guste a todo el mundo.
Siempre encuentro esta afirmación muy, muy útil: “El Buda no le gustó a todo el mundo, así que ¿qué podemos esperar de nosotros?”. Y cuando cometemos errores: “¿Qué esperabas del samsara?”. No somos seres liberados, vamos a enojarnos. Así que no hay razón para sentirnos culpables. Trabaja en ti, por supuesto, pero no te sientas culpable cuando metas la pata. La culpa es cuando identificamos lo que hicimos como algo malísimo y el “yo” siendo malísimo por haberlo hecho, y después nos aferramos a ello y no lo soltamos. Eso es culpa. Eso es pensar en nosotros en términos de ese “yo” falso, ese “yo” sólido que es malísimo. “Cometí un error; estuve bajo la influencia de las emociones perturbadoras y la confusión. Bueno, por supuesto; no soy un ser liberado todavía, pero estoy trabajando en ello”. Y después aplicamos los diferentes antídotos u oponentes. Simplemente lo hacemos: nada especial.