Liberar al yo convencional de la inseguridad

Repaso

Hemos estado hablando sobre cómo desarrollar el yo de una forma saludable mediante las etapas graduales del lam-rim. Y vimos que tenemos un yo convencional, nosotros sí existimos. Ese yo convencional es lo que podemos etiquetar o representar o comprender en términos de todo lo que experimentamos en cada momento. Así que “yo” no es sólo la forma de referirse a cada momento de la experiencia; el tema es cómo conocemos el “yo”. ¿Cómo nos conocemos a nosotros? Nos conocemos solo en términos de la experiencia, la experiencia momento a momento de nuestra vida. Y podemos comprender cómo existimos de una forma correcta o de una forma incorrecta. Cuando pensamos en nuestro “yo” convencional como si este existiera de una forma imposible, entonces pensamos en términos del “yo” falso (el “yo” que debe ser refutado). Para hacer algo con nuestra situación en la vida, intentar mejorar la calidad de nuestra vida, intentar superar el sufrimiento y los problemas, necesitamos un sentido saludable del “yo” (un “yo” convencional). De otra forma, nos dará igual lo que experimentemos y no haremos ningún esfuerzo para hacer algo por cuidar nuestras vidas.

Cuando empezamos la progresión del lam-rim de comprensión y entendimiento profundo que forma un camino gradual, empezamos con la apreciación de la preciosa vida humana que tenemos. Cuando apreciamos lo libres que somos, por lo menos temporalmente, de las peores situaciones que podrían evitar que hiciéramos algo constructivo con nuestras vidas, y después nos damos cuenta cómo nuestra vida está tan enriquecida con oportunidades para hacer algo constructivo con nosotros mismos, entonces nos apreciamos muchísimo, valoramos ese “yo” convencional. Permítanme decir eso de una forma más precisa: apreciamos la situación que tenemos, y esto nos lleva a tener una actitud más positiva hacia nosotros mismos. En lugar de pensar “pobre de mí” y quejarnos de nuestra situación en la vida, estamos muy agradecidos de nuestra situación. En otras palabras, nos fijamos en las buenas cualidades en lugar de en las cualidades negativas. No negamos que nuestra vida tiene limitaciones. La vida de todos tiene limitaciones, pero no nos beneficia quejarnos y mortificarnos por ellas.

Hay una pauta que encontramos en las enseñanzas sobre cómo relacionarnos con un maestro espiritual: no se niegan las limitaciones, pero no beneficia en nada centrarse en ellas. En lugar de eso, nos fijamos en las buenas cualidades porque son inspiradoras. Cuando nos fijamos en las buenas cualidades de nuestra situación en la vida con esta preciosa vida humana, estamos igualmente inspirados para tener una actitud más positiva hacia nosotros mismos.

También nos damos cuenta de que, debido a que tenemos esta situación ahora, esta preciosa vida humana, no va a durar. La muerte llegará con certeza y, antes de esto, si vivimos lo suficiente, tal vez tengamos que enfrentarnos a la vejez, la enfermedad, etc. Así que, debido a que estamos muy agradecidos por esta preciosa vida humana que tenemos ahora -y esto nos proporciona una sensación reconfortante hacia nosotros mismos y realmente nos deseamos la felicidad- no queremos que esto termine al morir. Queremos ser capaces de continuar, porque vimos que, tanto si creemos en el renacimiento como en una vida después de la muerte o en cualquier tipo de sistema de creencia que podamos tener, todo se reduce a pensar que vamos a durar para siempre, incluso en términos de “estoy muerto”. Bueno, estoy muerto para siempre y hay un “yo” que está experimentando estar muerto o estar en la Gran Nada. Por lo tanto, nos gustaría ser felices en esa Gran Nada, obviamente.

Y no queremos ser infelices, lo cual significa que no queremos tener peores renacimientos en las vidas futuras. Pero hemos empezado a interesarnos por nosotros mismos, e interesarnos, no sólo en términos de estar bien en este momento, sino también en el futuro; tampoco sólo en la última fase de esta vida, sino en las vidas futuras también. Esta una actitud incluso más constructiva y saludable para cuidarnos a nosotros mismos. Y la actitud más saludable que podríamos tener es buscar alguna forma de evitar el sufrimiento, evitar los problemas.

Eso es en términos de buscar una dirección segura, una forma de evitar el sufrimiento futuro porque: “tengo miedo del sufrimiento, realmente no quiero eso”, y entonces, de hecho, darle una dirección a nuestra vida. Esa dirección está indicada por el Buda, el Dharma y la Sangha. En el nivel más profundo eso sería lograr una detención verdadera de las causas de los problemas, por lo tanto, la cesación verdadera del sufrimiento, y obtener la comprensión, el camino verdadero que llevará a eso de la forma en que los budas lo han conseguido totalmente y la Sangha Arya lo ha conseguido en parte.

Vimos que lo primero que necesitamos hacer para ir en esa dirección segura es evitar las causas de la infelicidad, el llamado “sufrimiento del sufrimiento”. Esto se refiere a la infelicidad y el dolor burdos, porque eso era en lo que nos enfocábamos al pensar en términos de los peores renacimientos que podíamos experimentar, y realmente no queremos experimentar eso. Por eso, tratamos primero de trabajar en deshacernos de las causas de ese tipo de experiencia, porque si realmente nos interesamos por nosotros mismos, nos vamos a tomar en serio, tanto a nosotros mismos como a lo que experimentaremos.

Esto significa que necesitamos comprender que, si experimentamos infelicidad, es el resultado de un comportamiento destructivo. Y si experimentamos felicidad, es el resultado de un comportamiento constructivo; siendo el comportamiento constructivo abstenerse de actuar destructivamente cuando tenemos ganas de actuar destructivamente. Podemos pensar en términos del comportamiento destructivo, como matar, robar, mentir, forzarnos sexualmente a otros, etc. Esto sucede bajo la influencia de las emociones perturbadoras: ya sean el deseo, la codicia, el enojo o la ingenuidad. Y cuando experimentamos ese tipo de emociones perturbadoras que hacen que actuemos compulsivamente de forma destructiva, podemos ver, con la definición de emoción perturbadora, que es un estado mental que nos hace perder la paz mental. Estamos intranquilos, así que básicamente somos infelices, y perdemos el autocontrol; por lo tanto, actuamos compulsivamente. Esta es la definición de emoción perturbadora.

Si actuamos destructivamente con un estado mental perturbado y básicamente infeliz, que no está en paz, esto es como cuando -por poner un ejemplo que mi traductor me dio cuando discutíamos esto- es como levantar una roca y colocarla encima de un poste. Haces esa acción y entonces se produce, debido a su energía cinética, la energía potencial de esa roca en la parte superior del poste. Ahí hay energía potencial. Así, como en la física, con la ley de conservación de la materia y la energía, la energía cinética se transforma en energía potencial y, con diferentes circunstancias y demás, el poste cae y esa energía potencial entonces se transforma en energía cinética de nuevo cuando la roca cae (la roca produce calor o lo que sea cuando golpea el suelo).

Esa energía cinética (la forma en que madura el potencial kármico) estará presente en conductas destructivas posteriores. Quiero decir, si piensan en todo el sabor que tiene ese proceso de la energía cinética que se transforma en potencial y después se convierte otra vez en cinética, todo es destructivo, con emociones perturbadoras e infelicidad. Así que empieza a cobrar sentido el hecho de que experimentamos infelicidad como resultado de un comportamiento destructivo, porque el comportamiento destructivo es realizado con un estado mental que no es feliz.

Practicamos el autocontrol básicamente en este nivel inicial: cuando tenemos ganas de actuar de forma destructiva -cuando empezamos a sentir esa tensión de querer mentir, dañar a alguien, decir algo desagradable o lo que sea- nos abstenemos porque nos damos cuenta de que solo producirá más infelicidad o sufrimiento.

Ahora, si actuamos de esa forma, podemos evitar, por lo menos en las vidas futuras inmediatas (quiero decir, no nos hemos liberado de la causa completamente), por lo menos provisionalmente podemos evitar peores renacimientos e infelicidad burda. Básicamente, lo que evitamos en este nivel son los peores estados de renacimiento en nuestra vida futura. Vamos a seguir teniendo momentos de infelicidad, incluso si renacemos con una forma humana. No es el caso que hayamos eliminado la infelicidad totalmente, pero por lo menos podemos esforzarnos y lograr de nuevo una preciosa vida humana. Esto es lo que realmente queremos, ser capaces de continuar este camino espiritual.

La felicidad ordinaria insatisfactoria

Ahora, en el nivel intermedio, bueno, tenemos un estado de renacimiento básicamente feliz. Pero recuerden lo que pasa en este nivel inicial cuando actuábamos constructivamente. Cuando actuábamos constructivamente nos absteníamos de actuar compulsivamente de forma destructiva cuando teníamos ganas de hacerlo (cuando teníamos ganas de actuar destructivamente). Eso requería fuerza de voluntad y autocontrol; así que ese es un desarrollo saludable del “yo”. Como el ejemplo sencillo de levantarse por la mañana e ir al trabajo y cuidar de los niños: requiere autocontrol no quedarse tumbado en la cama y fuerza de voluntad para levantarse; por eso aquí hay un sentido saludable del yo, cuando se asume la responsabilidad. Pero, lo que subyace a este autocontrol y fuerza de voluntad es un sentido muy fuerte de un “yo” sólido (“yo tengo que tener el control, yo tengo que hacer esto”). Es un sentido muy fuerte del “yo” y “debería haber sido capaz de controlarme y no lo hice” y nos sentimos culpables y todo eso. Esto va en la dirección del “yo” falso.

Este es el concepto del “yo” que debería haber tenido el control, sin importar las causas y condiciones y todas las demás cosas que pasaban; debería haber actuado independientemente de las causas y condiciones. Esto es imposible. Esa es una “actitud perturbadora”, podríamos llamarlo, acerca de nosotros mismos: una actitud perturbadora con respecto a cómo nos vemos a nosotros mismos: Yo debería tener el control sin importar lo que pase. Y aunque en ese estado mental estamos básicamente más en paz, porque no estamos bajo la influencia de una emoción perturbadora como el enojo, el deseo y todo eso: “bueno, ahora tengo el control y puedo actuar de forma controlada”; sin embargo, se vuelve compulsivo. Todavía hay karma ahí; es compulsivamente: “tengo que controlarme”. El ejemplo que usamos fue el de ser un perfeccionista compulsivo, como limpiar compulsivamente la casa. Ser compulsivo de forma muy, muy rígida en términos de la ética.

¿Qué tipo de felicidad experimentamos como resultado de eso? Es felicidad que no dura. Por ejemplo, eres un perfeccionista en lo que respecta a la limpieza de la casa y la limpias, pero nunca estás satisfecho con eso y entonces tienes que limpiarla una y otra vez. O corriges un artículo y eres un perfeccionista, nunca sabes cuándo dejarlo, así que nunca estás satisfecho. Esa felicidad es el “sufrimiento del cambio”, se llama. Y después eso se extiende a otras áreas de nuestra experiencia: cualquier tipo de felicidad que experimentemos no va a durar. Cambia. Te comes algo y realmente lo disfrutas, pero si lo sigues comiendo y comiendo sin parar, te pondrás muy enfermo. Este es el sufrimiento del cambio, nuestra felicidad ordinaria.

Deconstruir las ideas equivocadas acerca del “yo”

Hemos creado un sentido saludable del “yo” en términos del “yo” convencional: yo soy responsable de mis acciones; yo soy responsable de lo que experimento; yo necesito hacer algo con ello para eliminar las causas de mi infelicidad. Ahora incluso queremos eliminar también las causas de este tipo insatisfactorio de felicidad. Así que, ¿cuál es el problema aquí? ¿Cuál es la causa del problema? Lo que vemos es que tenemos que empezar a deconstruir nuestras ideas equivocadas con las cuales nos concebimos en términos de este falso “yo”.

Expliquémoslo de una forma simple. El “yo” falso -concebimos el “yo” convencional (“yo hago esto”, “yo hago lo otro”, “yo experimento esto”, “yo experimento lo otro”) como si fuera algún tipo de entidad sólida de “yo” dentro de mi cabeza que es el autor o la voz de lo que sucede. Quien dice: “¿qué debería hacer ahora y qué piensa la gente de mí?” y quien se preocupa por mí mismo. El que está sentado ahí, casi como operando una máquina, el cuerpo: “¿qué debería hacer ahora? Bueno, haré eso”, y luego aprieta el botón y hace que el cuerpo haga esto o diga aquello, y está recibiendo toda la información de las pantallas de video y los altavoces de los sentidos; sentado en el control principal dentro del cerebro y hablando por el micrófono que está dentro de tu cabeza de forma que sólo tú puedes oírlo.

Bueno, esto es fantasía total, una ficción. No existe tal cosa. No existimos así; pero, como creemos que somos eso (que existe ese “yo” sentado ahí), ¿cómo experimentamos todo eso? Lo experimentamos como inseguridad. Naturalmente, es inseguro porque no existe en absoluto, así que ¿cómo podríamos sentirnos seguros de ello? Por eso tenemos todas esas estrategias para intentar asegurar a ese pequeño “yo”.

“Si sólo pudiera conseguir algunas cosas para “mí”, eso de alguna manera haría que mi “yo” estuviera seguro”. Así que tenemos deseo anhelante y entonces, cuando tenemos lo que queremos, no queremos soltarlo: o sea, tenemos apego. E incluso si tenemos un poco, queremos más: o sea, tenemos codicia. Creemos que de alguna forma eso nos hará sentir seguros. “Si tuviera suficiente dinero”, “si tuviera suficientes “me gusta” en mi página de Facebook” o lo que sea, eso “me” hará sentir seguro. Y por supuesto que no lo hace. Nunca lo hace.

Después, otra estrategia (aquí hablamos sobre las emociones perturbadoras) es alejar de “mí” las cosas que de alguna forma amenazan mi seguridad. Así, tenemos el enojo, la aversión, la hostilidad; estos tipos de emociones perturbadoras. O tenemos ingenuidad: “no quiero pensar en algo que pueda ser una amenaza”. Negación: levantar un muro. De alguna forma, detrás del muro de la negación y la ingenuidad, estaré seguro. Y, por supuesto, nunca estamos seguros. Siempre nos sentimos inseguros dentro del muro por miedo a que algo vaya a traspasarlo.

Estas son las emociones perturbadoras que tenemos; nos sentimos inseguros, así que usamos estos mecanismos que nos conducen al comportamiento destructivo compulsivo de robar para conseguir lo que queremos; matar para destruir todo lo que no nos gusta; o simplemente no lidiar con las cosas, ya saben, por ingenuidad. Todo esto está basado en esa idea equivocada del yo: pensar que existimos como este “yo” falso.

La creencia en este “yo” falso también está detrás del comportamiento constructivo, el comportamiento constructivo obsesivo compulsivo. Puede haber un comportamiento constructivo que no sea compulsivo, que no esté basado en esta creencia del “yo” falso, pero aquí hablamos del kármico, del que es compulsivo. Y lo que hay detrás de este perfeccionismo obsesivo compulsivo (igual que en el ejemplo del comportamiento constructivo) es aún esta creencia en el “yo” falso.

Actitudes perturbadoras

Aquí no tenemos, necesariamente, emociones perturbadoras; tenemos actitudes perturbadoras. Las actitudes perturbadoras pueden subyacer a las emociones perturbadoras o simplemente existir por su cuenta. La más prominente de todas estas actitudes perturbadoras tiene un nombre técnico complicado: es una “perspectiva distorsionada con respecto al entramado transitorio”. Explicaré lo que significa esto.

  • “Entramado” son nuestros agregados: todas las cosas que crean cada momento de la experiencia.
  • Es “transitorio”, que significa que cambia todo el tiempo.
  • Y tenemos una “perspectiva distorsionada” respecto a ello: es una visión incorrecta de lo que experimentamos; está cambiando todo el tiempo.

¿Y cuál es, de hecho, esa actitud? Si miras las definiciones y descripciones de esto en los textos es como si (a mí me gusta usar la siguiente analogía) se tuviera una red, como un pescador con una red, y lanzas esa red de sólo “yo” o la red de “yo como poseedor de algo”, “yo como el poseedor de algo como ‘mío’”.

A menudo pensamos en esto en términos de, supongamos, un cuerpo joven, y entonces lanzamos esta red del “yo” identificada con él, eso soy “yo”. Y entonces nos aferramos a eso, con más actitudes perturbadoras distorsionadas en términos de “esto es permanente”. Entonces te miras en el espejo y ves canas y dices: “este no soy yo”. Con esta actitud perturbadora tenemos una imagen fija del “yo”. Entonces, hemos lanzado esa red del “yo” sobre algo en los agregados (pongamos nuestro cuerpo) y nos identificamos con ello. Ya saben: “yo, estoy gordo”. Y entonces compulsivamente te pones a dieta e intentas perder peso. Pierdes un kilo y estás un poco feliz, pero esa felicidad no dura y tienes que perder otro kilo. O también podría haber esta actitud con respecto a comer saludablemente de forma compulsiva. No hay nada de malo en comer saludablemente, pero cuando se vuelve compulsivo, debido a esa idea de “tengo que estar delgado”, entonces en Occidente diríamos que es un poco neurótico.

Pasa lo mismo con lo “mío”. “Yo, yo soy el poseedor de las cosas, el controlador de las cosas”. Esto es relevante para el ejemplo del que hablábamos: lanzamos la red del “yo” a una situación que experimentamos y pensamos: “yo debería ser capaz de controlarla”. Este “yo” sólido que es el jefe que está dentro de mi cabeza. “Debería ser capaz de controlarlo y, si no lo controlo, soy culpable de ello”. Esta es la actitud perturbadora que está detrás, lanzando esa red del “yo”: “yo” el controlador, “yo” el poseedor, sobre lo que sea que estemos experimentando.

Imaginamos lo siguiente: “si puedo tenerlo todo bajo control, me sentiré seguro”. Bueno, podrías sentirte seguro por un instante y tener un poco de felicidad, pero eso no dura, ¿verdad? Esto es porque es imposible tenerlo todo bajo control. Lanzas esa red del “yo”: “voy a corregir a todo el mundo, voy a corregir los errores de todo el mundo”. De acuerdo, eso es constructivo, es positivo; pero es un poco excesivo, ¿o no? Es imposible que ya no existan errores nunca más, ¿no es cierto? Porque el hecho de que surjan los errores o que las cosas se vuelvan caóticas y demás, eso es afectado por muchísimas causas y condiciones. No somos un dios todopoderoso. Eso es una fantasía.

Estas emociones perturbadoras que están detrás del comportamiento destructivo compulsivo y las actitudes perturbadoras (que no sólo están detrás del comportamiento destructivo, sino también detrás de nuestro comportamiento compulsivo positivo), ambas están basadas en esta creencia, esta idea equivocada de nosotros mismos, creer que existimos como el “yo” falso; para decirle de forma simple, ese pequeño controlador sólido qué está dentro de nuestra cabeza. Y al creer que eso soy “yo”, nos sentimos inseguros. Por eso intentamos obtener cosas para él, o alejar cosas de él, levantar muros a su alrededor, o arrojar su mano, su red, para controlarlo todo a su alrededor. Y ninguna de estas estrategias funciona y todo lo que crea es la incontrolable recurrencia de los altibajos del samsara: infelicidad, felicidad, infelicidad, felicidad: en esta vida y en las vidas futuras. Esto es el samsara.

Piensen en esto por unos momentos en términos de lo que hemos llamado el “yo falso”, el “yo” que debe ser refutado. Está basado en la idea equivocada y la proyección de una fantasía total, imputada sobre el “yo” convencional en términos de cómo existe el “yo”. Hay un “yo”, pero no es ese pequeño controlador sentado en tu cabeza detrás del tablero de control. Y lo importante es que existe el “yo” convencional; no está sentado en la sala de control, pero sí existe un “yo” convencional. Eso es lo que es tan importante, que hemos desarrollado a lo largo de las fases anteriores. Si solo entras a esta fase sin haber pasado por las fases anteriores, te deshaces del controlador en tu cabeza, y entonces te quedas sin nada. Entonces, “¿por qué molestarnos en hacer nada? Yo no existo”. Esto es incorrecto. Por eso es muy importante atravesar estos pasos de antemano para construir un sentido saludable del “yo”, que se responsabiliza de nuestras vidas y de lo que experimentamos.

¿Cómo funcionan el karma y el renacimiento?

Bueno; ahora empezamos a desarrollar lo que llamamos “renuncia”. La renuncia es la determinación de liberarnos de esos altibajos del samsara. Para romper este síndrome de infelicidad y felicidad insatisfactoria y los renacimientos que lo soportan y demás, necesitamos vencer la base de ello. ¿Por qué continúa? ¿Por qué tenemos el tipo de -si pensamos en términos del lam-rim- renacimientos y todo eso, que continuará siendo la base para la experiencia de esa infelicidad de altibajos y felicidad insatisfactoria? Para ello, miramos el mecanismo de cómo opera el renacimiento, este síndrome recurrente; y eso se describe en los “doce eslabones de surgimiento dependiente”.

No hay necesidad en esta ocasión de revisar estos doce eslabones uno por uno, pero lo que es realmente significativo son los eslabones que activarán los potenciales kármicos. Tenemos lo que a menudo se traduce como “ansias”; pero si revisamos la palabra sánscrita, se trata de la expresión “estar sediento”. Bueno, lo que pasa en nuestra vida diaria y vida tras vida con el renacimiento es que experimentamos esa infelicidad y felicidad insatisfactoria, y nos concebimos como este yo “sólido” dentro de nuestra cabeza. Nos morimos de sed. Esa es una expresión en inglés; quiero decir, estamos realmente sedientos.

Entonces, la infelicidad es como estar realmente sedientos y queremos eliminar eso de forma tan, tan intensa; estamos sedientos por deshacernos de esa infelicidad. Quiero decir, obviamente puede haber niveles de cuán intensamente sedientos estamos y queremos deshacernos de esa infelicidad, como de la sensación desagradable de la sed. Pero esta es la mentalidad que existe cuando somos infelices, porque todo el mundo quiere ser feliz y nadie quiere ser infeliz.

Y cuando estamos muy, muy sedientos, si sólo bebemos un sorbo de agua, eso no es suficiente, ¿verdad? No quieres que te separen de ese pequeño sorbo de agua, de la botella de agua; quieres tenerla contigo. Pues ese es el estado mental que tenemos -en realidad, es una emoción perturbadora- con esa felicidad e infelicidad insatisfactoria que experimentamos. Estamos constantemente sedientos.

Y luego está lo que a menudo llamamos “aferramiento”, pero que realmente es, de forma literal, una actitud que prevalece; es lo que prevalece del renacimiento. Lanzamos o arrojamos una actitud perturbadora. Hay una gran lista de esas actitudes, pero la principal es que lanzamos esa red del “yo”, de “yo tengo que controlar de alguna forma esta situación y lidiar con ella; yo tengo que eliminarla”. Ya saben, nos identificamos con ello: “yo”, “yo soy tan infeliz”, “yo soy tan miserable”, “pobre de mí”; y la depresión y todo ese tipo de cosas que le siguen. O “estoy privado de felicidad, siempre se me escapa”. Todo este tipo de cosas de arrojar esta red de “yo”: “yo, el poseedor, el que experimenta, el controlador” de esa felicidad e infelicidad.

Estas dos cosas: esa sed y la actitud que prevalece, arrojar esa red del “yo” sobre todas las cosas, eso es lo que activa los potenciales kármicos. Como resultado de ese proceso de activación, después, tal y como se describe mediante el mecanismo de los doce eslabones, renacemos de forma compulsiva. Pero se podría pensar en esto en términos de esta vida también: actuamos compulsivamente para eliminar esa sed; de una forma u otra intentamos satisfacerla, lo cual no puede conseguirse nunca. Así que la raíz de todo esto es, por supuesto, nuestro no darse cuenta del primer eslabón de surgimiento dependiente: nuestro no darse cuenta acerca de nosotros, acerca de cómo existimos. Por eso tenemos que deshacernos de alguna forma de esta creencia de que existimos como ese “yo” falso: el pequeño “yo” sentado dentro de nuestra cabeza que está sediento; sediento e inseguro. Piensen en esto.

Es muy interesante analizarnos; cuál es mi actitud hacia la infelicidad y la felicidad. Es muy, muy interesante, de verdad. ¿Cómo lidio con ello? ¿Soy como una persona sedienta en el desierto? Quiero decir, obviamente, primero tenemos que interesarnos en eso. Si no nos importa, entonces no hacemos nada al respecto. Pero hemos desarrollado un sentido saludable del “yo”, con el cual nos interesa lo que experimentamos. Pero ¿nos interesa tanto como a esa persona en el desierto que está increíblemente sedienta? Ese es el tema aquí. Ya saben, esa persona desesperada que está tan sedienta que agarrará cualquier cosa que pueda beber con la esperanza de que eso la haga feliz. Es muy interesante, cuando se explora más el ejemplo. Quizás esta película me hará feliz; quizás ese sitio web me hará feliz; quizás esa persona me hará feliz; esta comida me hará feliz. Siempre estamos sedientos.

O levantamos el muro de poner música constante en nuestro IPod para no tener que pensar en nada. Esa es una ingenuidad extrema, levantar el gran muro a tu alrededor para no tener que lidiar con los temas de tu vida: “quizás eso me hará feliz; así nunca tendré que pensar en mi situación y quizás, si lo niego todo y lo acallo con música constante, eso me hará feliz”, lo cual, por supuesto, no sucede. Siempre tienes que escuchar otra canción; una no es suficiente.

Preguntas

Negar sólo el “yo” falso

Si tomamos este término de “sed” demasiado literalmente, entonces, tenemos sed. Somos seres humanos y necesitamos beber. Así que, ¿de qué estamos hablando, alguna actitud neurótico-obsesiva sobre ello o qué?

Por eso es tan importante no negar el “yo” convencional, sino sólo negar el “yo” falso. La forma provisional de lidiar con todo el síndrome de felicidad/infelicidad y la sed y todo eso, es la actitud de “nada especial”. “Estoy feliz”, nada especial; ¿qué esperas de la vida? “Estoy feliz y se va a terminar”. Bueno, nada especial; ¿qué esperabas?

Así que no le das mucha importancia a ser infeliz o a ser feliz. No le des importancia a tener sed; si tengo sed y hay algo para beber, está bien, me lo bebo. No espero que jamás vuelva a tener sed; por supuesto que tendré sed otra vez. Así que no hay nada especial en beber; no hay nada especial en tener sed, en términos del “yo” convencional. Simplemente lidias con ello; pero no con ese “yo” falso de: “ah, si tuviera esa bebida perfecta, sería maravilloso, ¡y no me la arrebates!”. Como un perro con su cuenco de comida mirando a su alrededor como si alguien se lo fuera a llevar. No te dejes engañar por los anuncios comerciales de TV; ellos afirman que esa botella o refresco o lo que sea: “¡Elimina la sed!” Eso elimina todo ese tipo de cosas. ¡Venga ya!

Tener una comprensión más profunda

Respecto a ese yo convencional, dijiste que se necesita conocer cómo existe el yo convencional, pero creo que el conocimiento no es suficiente. ¿Cómo llegamos a tener realmente una comprensión más profunda, un tipo de comprensión transformadora? ¿Cómo podemos hacer que funcione?

El problema realmente aquí creo que es nuestra forma de conceptualizar todo esto. Hay una comprensión intelectual y hay una comprensión emocional más profunda, y ¿cuáles son realmente los parámetros que están involucrados en ello? Esto es lo que tenemos que examinar. Creo que uno de los parámetros involucrados es la “certeza”. ¿Cuánta certeza tenemos? ¿Cuán convencidos estamos de que este es el “yo” convencional y así es como existe y así es como no existe? Así que primero tenemos que estar realmente, realmente convencidos de que esto es correcto.

Hay toda una progresión de factores mentales que están involucrados aquí. Necesitamos distinguir entre la forma que es y la forma que no es, y entonces desarrollar darse cuenta que discrimina. Tienes mucha certeza sobre ello, y después una convicción firme: no hay nada que te disuadirá. Así que hay una progresión:

  • Primero, se distingue entre la forma en que es y la forma en que no es.
  • Después, hay darse cuenta que discrimina: se discrimina, y eso añade certeza.
  • Y, por último, convicción firme: nada va a hacerte cambiar de opinión: “estoy realmente convencido”.

Ahora, si dices: “bueno, eso todavía está en un nivel intelectual”. ¿Qué falta? Bueno, necesitas realmente actuar con toda esta comprensión, y esto es parte de todo el tema de “convencerse”. Parte de toda esta explicación radica en llegar a convencerse de que, si actúo con la creencia de que yo soy el “yo” falso, eso me produce infelicidad y sufrimiento. Si elimino eso y simplemente actúo sobre la base del “yo” convencional, no produciré ese tipo de sufrimiento. Así que, para llegar a convencerte de eso, necesitas realmente ponerlo en práctica y después verás que los resultados llegan según lo que dicen las enseñanzas. Entonces estarás realmente convencido.

Si realmente lo comprendes correctamente, ¿por qué no lo pruebas? ¿Por qué no lo pones en práctica? Entonces, analizas: “bueno, quizás todavía tenga vacilación. No estoy demasiado seguro. Tengo mis dudas”. No estás realmente convencido. Entonces podrías intentarlo sobre la base de la suposición: “supongo que es verdad, así que lo intentaré y veremos qué pasa”. ¿Por qué no lo hacemos? Pereza. Y después echas un vistazo a todas las formas de pereza y las razones para tener pereza: miedo, la mala influencia de los demás a tu alrededor diciendo: “ah, esto es estúpido” y todo eso.

Por lo tanto, obtener este tipo de comprensión transformadora surge de muchas, muchas causas y condiciones. No lo mistifiques. No lo conviertas en algo místico: “ah, ahora una transformación emocional profunda”. No es ningún tipo de experiencia mística. Llegar a ese punto es una progresión muy racional, y creo que el parámetro principal aquí es cuán convencido se está, cuánta certeza se tiene de que eso es correcto.

Renuncia, darse cuenta que discrimina y autodisciplina ética

Después desarrollamos la renuncia. Comprendemos ahora todo el mecanismo de este renacimiento incontrolablemente recurrente e incluso los altibajos recurrentes de “feliz” e “infeliz” que hay en un renacimiento. La renuncia es que “estoy más que harto de esto; estoy aburrido, básicamente estoy aburrido de ello; y quiero que termine, salir de ello”. Esto requiere un sentido muy potente del “yo” convencional que tiene esa fuerza de voluntad y la determinación de realmente hacer algo para lograr la liberación. Sin ese fuerte sentido saludable de un “yo” convencional, no se va a hacer nada. Por favor, aprecien este punto. Se requiere de una cantidad tremenda de fuerza de voluntad para trabajar hacia la liberación. “Voy a hacerlo”; este tipo de cosa; y confianza en que puedo hacerlo.

Para lograr la liberación, comprendemos que necesitamos este darse cuenta que discrimina con el cual desarrollamos la convicción de que ese “yo” falso (esa forma de existir del yo, de mi “yo”) no se refiere a nada real. Está el “yo” convencional: es lo que puede ser etiquetado o imputado sobre una continuidad individual de momentos siempre cambiantes de los agregados. Continúa eternamente; eso no es un problema, pero no existe de esa forma imposible, así que tenemos que refutarlo. Tenemos que eliminar esa creencia.

Y necesitamos tener concentración superior para permanecer enfocados en esa discriminación y comprensión. Y necesitamos tener autodisciplina ética con la cual desarrollamos esta presencia mental o recordación (la presencia mental es el pegamento mental) para permanecer fijados a este estado mental; y el estado de alerta para comprobar: “¿me estoy desviando o no?”. Se desarrolla eso con autodisciplina ética, en términos de tu comportamiento más burdo de cuerpo y habla; y después con la fortaleza que se desarrolla a partir de ello, se puede usar para que tu mente desarrolle concentración, y después usarla para permanecer enfocados en cómo existimos realmente; en la vacuidad, la ausencia de formas imposibles de existencia. Así, para tener una autodisciplina ética superior, una concentración superior y un darse cuenta que discrimina superior, necesitamos tener un fuerte sentido saludable del “yo”.

¿A qué tipo de “yo” intentamos liberar?

El tema central aquí realmente es: ¿a qué tipo de “yo” estamos intentando liberar? Tenemos que comprender cómo existe ese “yo” al que queremos liberar. No es que queramos liberar al “yo” falso y entonces el “yo” falso sea liberado. Queremos liberar al “yo” convencional. Esta es la razón por la que el primer nivel de comprensión que necesitamos tener, la refutación que necesitamos hacer, es la del yo que se afirma en las otras tradiciones indias no budistas, porque también enseñan métodos para lograr la liberación. Pero resulta que lo que pretenden liberar es al “yo” falso.

Un “yo” que está separado de todo el sistema; eso es lo que las tradiciones indias no budistas desean alcanzar; la liberación de un “yo” que está separado de todo el sistema de los altibajos del samsara y que pueda tener el control para liberarse a sí mismo. Esto es muy interesante, si intentamos pensar en ello: hay un “yo” que va a tener el control de todo: “ahora voy a liberarme a mí mismo de esta infelicidad y felicidad insatisfactoria, y entonces estaré fuera de mi cabeza, porque ¿quién quiere estar sentado en este estúpido puesto de control?”, y seré liberado.

No es muy divertido porque realmente, si nos examinamos, a menudo ese es el concepto que tenemos de a quién es a quien intentamos liberar, ¿no es cierto? Intentamos liberar al “yo” falso, el “sí mismo” falso.

Observemos las características del “yo” falso. Queremos tener un “yo” que no sea afectado por esas emociones perturbadoras y la compulsividad del karma. Eso está bien. Pero si pensamos en términos del “yo” falso, lo que queremos lograr entonces es un “yo” que no sea afectado por nada.

Nos estamos refiriendo a las tres características de una visión incorrecta del “yo” basada en la doctrina. La primera característica es que es estático. Ellos dicen “permanente”, pero hemos visto que incluso en el budismo pensamos en términos de un yo eterno, así que “permanente” no significa “eterno” aquí. Significa estático; que no es afectado por nada. Lo más importante es no es afectado por nada: es un fenómeno no condicionado.

Aquí está la confusión: no es que tengamos que darnos cuenta de que el yo no es afectado por nada; lo que queremos es que el yo no sea afectado por las emociones y actitudes perturbadoras. Pero, por supuesto, la compasión y el interés por los demás sí seguirán afectándonos; hay muchas cosas que seguirán afectándonos. Pero la idea equivocada es que el “yo” falso, en sí mismo, puede no ser afectado por nada. Y este es el tipo de “yo” al que los sistemas no budistas piensan liberar; que habrá un “yo” que no se ve afectado por nada, que, cuando es liberado, está totalmente separado de todo el sistema, totalmente separado de todo.

Lo que estamos revisando, la refutación inicial, es la de un yo que es -a menudo se traduce como: (1) “permanente”, (2) “uno”, e (3) “independiente”. Así que lo revisamos más detenidamente.

(1) “Permanente” de hecho significa estático, es decir, que no es afectado por nada. En el budismo solo queremos que no sea afectado básicamente por la ignorancia y por las emociones perturbadoras, el no darse cuenta. Pero el “yo” no puede ser algo que no sea afectado por nada.

(2) La segunda característica es “uno”. ¿Qué significa esto? “Uno” significa sin partes, una mónada. Los sistemas principales que se están refutando aquí, los sistemas no budistas, son los Samkhya y los Nyaya Vaisheshika. Los Samkhyas y los Nyanyas sostienen que el “yo” no tiene partes, es una mónada, y abarca todo el universo; o sea, que tiene la medida de todo el universo. Y los vaisheshika dicen que el “yo” es una mónada sin partes del tamaño de una partícula diminuta, como una chispa de vida. Así que, sin partes. Ahora tenemos que pensar ¿cuál es la connotación de “sin partes”, de ser una mónada? ¿Qué es tan relevante aquí?

Introducimos “sin partes” en nuestro motor de búsqueda interno y nos aparece la afirmación vaibáshika de cuál es el tipo de fenómeno verdadero más profundo y convencional. Y ellos hablan de “sin partes”, así que así es como los budistas entenderían la connotación de “sin partes”. La escuela vaibáshika es uno de los sistemas filosóficos budistas. Entonces, la definición es que, cuando analizas algo que no tiene partes, conserva su identidad individual, verdadera y encontrable. Algo que tiene partes, cuando lo analizas, ya no conserva su identidad. Aquí está la mesa y tiene partes. Cuando la miro y la deconstruyo y observo todas sus partes, ninguna de sus partes son la mesa. Así que el objeto ya no conserva su identidad como “mesa”.

Pero algo que no tiene partes (y el ejemplo que usado sería, por ejemplo, la partícula última más pequeña) no puede ser dividido. Y entonces intentas analizarlo y, sin importar lo que hagas, aún es esta partícula, porque no tiene partes. Así que conserva su identidad. Ahora, si aplicamos eso al “yo”, al yo que se ha liberado, ¿cuál es el error? La falta es que eso implica que el “yo” no es imputado sobre una base que tiene partes. El “yo”, el “yo” convencional, es imputado sobre el cuerpo y la mente y las emociones y todo ese tipo de cosas que están cambiando todo el tiempo. Así que, en ese sentido, tiene partes, igual que una mesa es imputada sobre todas estas partes. Así, tenemos todas estas partes: cuerpo, mente, emociones, etc.

Pero si el yo fuera esta cosa unitaria, sin partes, no podría tener una base de imputación que tuviera partes. No podría haber un “yo” que exista teniendo seis años, quince años, veinticinco años, etc. No podría haber un “yo” en términos de cuerpo, mente, emociones, lo que estoy sintiendo y todo eso. Tendría que ser una mónada sin partes. Eso es imposible; lo que intentan hacer es liberar algo que no tiene partes, así que no está hecho de ninguno de estos constituyentes (en el sistema Samkhya serían los tres constituyentes: rajas, tamas y sattva). Así que no es eso. En el sistema budista se dice que no está imputado sobre esas tres gunas, esos tres constituyentes, sino sobre los agregados.

Si lo decimos con un lenguaje simple, estos otros sistemas dicen que el “yo” no está hecho de nada; por eso no tiene partes. No piensen que hay un “yo” al que intentamos liberar y que no está hecho de nada. El yo está hecho de cuerpo y mente y las emociones, y cambia a lo largo de la edad y todo eso. Está hecho de cosas. Por eso, si lo analizan, ¿el “yo” es el cuerpo? ¿el “yo” es la mente? El “yo” ya no conserva su identidad en términos de sus partes.

(3) La tercera cualidad que queremos refutar es un “yo” que es independiente de cualquier cuerpo o mente, es decir, un “yo” que pueda existir de forma separada del cuerpo y de la mente, separado de una base de imputación. Esto es a lo que los samkhyas y vaisheshikas quieren liberar. Entonces tendrás un “yo” que está totalmente separado del universo, separado del cuerpo y la mente, separado de todo: no tiene ninguna base de imputación. Para clarificar, la segunda parte de la definición de ese “yo” falso era deshacerse o negar que tiene una base de imputación; aquí se afirma que está totalmente separado de todo.

Ahora se vuelve muy interesante si realmente analizamos lo que dicen estos sistemas no budistas. Los samkhya dicen que el yo es una conciencia pasiva que no está hecha de materia: la materia primordial de la que hablan. Así que no es lo mismo que la facultad física de la sensibilidad, que en nuestros términos occidentales sería el cerebro. Así que no sería lo mismo que el cerebro. El cerebro experimenta felicidad e infelicidad, este samsara. Es el cerebro: es la base física que tiene eso. Pero el “yo”, simplemente liberar al yo. El “yo” es la conciencia pasiva que no está conectada con el cerebro, y es así como me liberaré del sufrimiento y de esa felicidad insatisfactoria. Solo darme cuenta de que estoy separado del cerebro, es el cuerpo el que hace todo esto, así que ¿quién quiere eso? Y así es como me volveré lo que será el “yo” liberado; no siente nada. Un “yo” liberado es la conciencia pasiva, pero realmente no conoce nada. Simplemente está ahí.

¿Un estado gozoso?

No es lograr un estado gozoso, porque esa sería una sensación. No hay sensaciones. Es el cerebro el que tiene sensaciones. Esto es interesante porque, de hecho, a muchos de nosotros nos gustaría estar así, en un estado gozoso. Pero la sensación es física. Desde el punto de vista samkhya, esto es meramente un disparo de electrones y neutrones y todo eso; es simplemente un proceso electroquímico que tiene lugar en el cerebro. Es físico, pero el “yo” no es físico, así que está separado de todo eso.

El punto de vista nyanya y vaisheshika es que el “yo” no tiene conciencia. Los samkhya sostienen que tiene conciencia pasiva; mientras los nyanya, que no tiene conciencia. No tiene ninguna cualidad en absoluto. Los nyanya dicen, de hecho, que lo que tiene consciencia es algo llamado “partícula de la mente”, y entonces el “yo” no está asociado con una partícula de la mente. Siempre pienso en este sistema nyanya vaisheshika en términos de esos juguetes de construcción con palitos y bolitas que se conectan al final de esos palos. Esas bolitas tienen unos pequeños agujeros en ellas y puedes conectar muchas cosas diferentes a esos palitos. Esta es más o menos la forma en la que los nyanya vaisheshika creen que son las cosas: hay un “yo” y hay una partícula de la mente y hay un cuerpo y hay sensaciones. Las cosas son sencillamente esas bolitas conectadas por los palos, y los palos son diferentes tipos de relaciones: posesión o adquisición, ese tipo de cosas. Así que es una visión muy física de cómo están conectadas las cosas. Y simplemente dice: “bueno, el ‘yo’ es algo que no está conectado con nada; todo lo que tienes que hacer es desconectarlo”. Desconectarlo de una partícula de la mente, desconectarlo de todo (desenchufa todos los cables) y ahí lo tienes, liberado. Desenchufaste todos los cables y por eso no hay conciencia; así es como dejas de sentir infelicidad o esta felicidad insatisfactoria. Sencillamente, desenchufa los cables.

Esto no es a lo que queremos liberar, este “yo” falso. El “yo” al que queremos liberar, el “yo” convencional, es uno que sí es afectado por las cosas. Ya no será afectado por las emociones perturbadoras, pero sí por las emociones positivas y puede interactuar con otros. Tiene partes, así que no es que no tenga cuerpo, mente, etc. Aún tendrá un cuerpo y mente y sensaciones, sensaciones positivas, emociones. Y sí experiencia; no experimentará infelicidad o esa felicidad insatisfactoria, pero experimentará un tipo puro de felicidad, o podría tratarse, si nos referimos a estar simplemente liberado, a un tipo de sensación neutral en la que se está profundamente absorto en la meditación. Así que seguirá experimentando sensaciones: sensaciones puras.

Es muy importante, cuando nos esforzamos por liberarnos, que nos esforcemos por liberar al “yo” convencional y no al “yo” falso, el cual no existe en absoluto. Y el nivel más profundo que tenemos que refutar aquí es que haya un “yo” que pueda ser conocido por sí mismo sin ningún tipo de base que aparezca en el mismo momento. El término técnico para esto es un “yo autosuficientemente conocible”. No existe tal cosa.

El ejemplo que siempre uso es: quiero que la gente “me” ame por “mí”, solo por mí; no por mi cuerpo, no por mi dinero, no por esto o lo otro. Que simplemente me quieran por . Como si ese pudiera ser un objeto que pudiera ser amado sólo por sí mismo. Pero no puede ser conocido por sí mismo. No puede ser amado por sí mismo. Siempre tiene una base.

Cuando trabajamos con “me conozco a mí mismo”, “quiero conocerme a mí mismo”; bueno, ¿cómo puedes conocerte a ti mismo simplemente por ti mismo? Te conoces a ti mismo en términos de una experiencia y la mente y tu cuerpo, todo ese tipo de cosas. Así es como te conoces a ti mismo. El “yo” es imputado sobre eso. De forma similar, ¿cómo me libero? No lo conciban como un “yo” que pueda ser conocido de forma independiente de todo ese tipo de cosas. Siempre hay una base. Recuerden, empezamos este curso diciendo: “piensa en ti mismo”. Y la única forma en que podían pensar en sí mismos era con un sonido mental de la palabra “yo”, una imagen mental, una sensación o algo. No se puede simplemente pensar “yo” sin algo como su base. De forma similar, no se puede liberar al “yo” sólo por sí mismo sin trabajar con un “yo” imputado sobre una base y que es conocido al mismo tiempo que su base.

¿Cuáles son las derivaciones de esto? Las derivaciones son que, cuando trabajo para intentar lograr la liberación, tengo que pensar en términos de mi experiencia del día a día; y es en términos de los problemas a los que realmente me enfrento, las emociones perturbadoras a las que realmente me enfrento, y el “yo” que está imputado sobre todo eso. Así es como trabajamos para lograr la liberación del “yo”. No es solo que pensemos en un “yo” abstracto sin que aparezca nada más, lo cual es imposible, y que uno esté liberando eso. Entonces no conectaríamos realmente nuestras meditaciones con la vida, la vida diaria.

Es muy importante, cuando practicamos estos tres entrenamientos superiores para lograr la iluminación (a pesar de que necesitemos este sentido convencional del “yo” que tiene fuerza de voluntad y una determinación de liberarse y demás), que tengamos cuidado de que no sea: “voy a controlar mi mente”, “voy a controlar mi comportamiento” y “voy a liberarme a mí mismo”, como si hubiera ese “yo” sólido que hace todo eso y se libera a sí mismo. Como si hubiera ese “yo” sólido separado.

Digiramos eso por un momento. Es, por supuesto, muchísimo por digerir. Y después podemos intentar comer el almuerzo y digerir eso. Quiero decir, pueden simplemente resumirlo todo en una pequeña línea: no intentes liberar a un “yo” falso, porque no existe en absoluto; debemos trabajar para liberar al “yo” convencional.

Bien, terminemos por ahora. Que cualquier fuerza positiva, cualquier comprensión que haya surgido de esto, se vuelva más y más profunda y sirva como causa para la liberación y la iluminación de todos; de “todos” convencionales, no de “todos” imposibles.

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