Repaso del día uno
El día de ayer discutimos la fuente de nuestros problemas en la vida, nuestra ignorancia o nuestra falta de darnos cuenta relativa a la causa y efecto conductual y a la naturaleza de la realidad, ya sea porque no las entendemos o porque las entendemos incorrectamente. Debido a nuestra falta de darnos cuenta de la naturaleza de la realidad, tenemos aferramiento a la existencia verdadera. Podemos definir lo que es la existencia verdadera de muchas formas diferentes, pero para ponerlo de manera simple, las cosas aparecen existir como “cosas” concretas y nosotros creemos que esa es verdaderamente la forma en la que existen. Nuestro cuerpo aparece como sólido y concreto, cuando en realidad está hecho de átomos y campos de energía. No es sólido en absoluto. De la misma manera, nuestros problemas parecer ser concretos, pero en realidad están hechos de un momento cambiante tras otro. No hay nada concreto ahí.
Podemos aferrarnos a la existencia verdadera de personas y fenómenos. Las “personas” podemos ser nosotros mismos o los demás. Nos hemos enfocado principalmente en los problemas que tenemos en lo que respecta a nuestra visión de nosotros mismos, de quienes somos. Hemos discutido esto en términos de los cinco agregados. Cada momento de nuestra experiencia está conformado de uno o más artículos de cinco bolsas o colecciones. Siempre hay algún tipo de forma de fenómeno físico involucrado en cada momento (nuestro cuerpo, nuestro cerebro, las células fotosensibles de nuestros ojos y demás). La forma también incluye lo visible, sonidos, olores y demás, por ejemplo, lo visible del cuerpo de alguien más. Después está la conciencia primaria: el canal en el que estamos, si es que estamos viendo, oyendo, probando, oliendo, sintiendo una sensación física o pensando. También está la distinción. Dentro del campo específico de nuestro darnos cuenta – visual, auditivo o el que sea – distinguimos algunos objetos de su entorno. También hay un nivel de felicidad o infelicidad subjetiva. Después está este otro gran saco de todo lo demás que afecta nuestra experiencia, que incluye todas las emociones, positivas y negativas, todos nuestros impulsos de hacer cosas (karma), así como el interés, la atención y la concentración – aspectos que nos ayudan a enfocarnos en algo – . También en este gran saco hay cosas de la tercera categoría básica de los fenómenos no estáticos: cosas no estáticas que no son ni forma de fenómeno físico ni forma de darse cuenta de algo. Esto incluye nuestros hábitos, nuestra edad y el “yo” convencional.
El “yo” convencional es realmente una imputación que sólo existe por etiquetado mental. En cada momento tenemos estos cinco agregados cambiantes, con cada uno de ellos cambiando a diferente velocidad. En la tradición teravada, cuando practicamos meditación en la atención, de lo que tratamos de ser concientes es del constante cambio de lo que está pasando, de tal forma que con el tiempo vemos que no hay un “yo” sólido en todo este cambio. En cualquier caso, cuando hablamos del “yo” convencional en el mahayana, es sólo una abstracción imputada como una forma de unir una continuidad individual de factores siempre cambiantes de experiencia subjetiva.
Este proceso de cambio se desarrolla en una secuencia individual, como una película, y la secuencia es determinada por el karma, por la causa y el efecto conductual, así como por todo lo externo con lo que interactuamos. Al igual que en una película que se proyecta, hay continuidad a pesar de que no hay una cosa sólida que vaya de un fotograma al siguiente; de la misma forma, nada concreto va de un momento al siguiente en la película de nuestra vida. Aún así, hay continuidad. Pero seamos cuidadosos con la analogía de la película. No estamos hablando de la tira continua de plástico sobre la que están impresos los fotogramas de la película, ni de la pantalla negra sobre la que la película es proyectada. Sólo estamos hablando de la película misma, mientras se proyecta.
Así como la película misma no es lo mismo que el título de la película, similarmente el “yo” convencional no es sólo una forma de referirse a esta corriente de agregados con una palabra. El “yo” convencional no es una palabra, es lo que la palabra significa: es el significado de la palabra sobre la base de un continuum de factores siempre cambiantes. El “yo” convencional es algo como una ilusión porque no hay nada sólido ahí. El problema es que no aparece así. Aparece ante nosotros como si hubiera algo sólido y creemos que eso es verdad.
El nivel más burdo de lo que aparece es lo que los budistas dicen que los hinduistas creen. Lo digo de esa forma para ser justo con los hinduistas. En este contexto, no importa qué es lo que los hinduistas realmente creen hoy en día. El budismo se refiere a una visión falsa que aparece ante nosotros como verdadera. Lo que aparece ante nosotros no es como la analogía de la película, sino un “yo” sólido, como una estatua “sólida” que se mueve en una cinta transportadora a través de la vida.
Existen tres características de ese “yo” falso. En primer lugar, es estático, lo cual no sólo significa que no es cambiante, sino que tampoco se ve afectado por nada ni afecta a nada más. Parece aislado del proceso de causa y efecto, como si pudiéramos replegarnos en un pequeño “yo” especial adentro de nosotros y evitar todo. En segundo lugar, también aparece como si este “yo” fuera monolítico, sin partes y que permanece siempre como uno y el mismo. La tercera característica es que está separado de los agregados, no es parte de ellos, como si fuera algo que puede ser disociado y que puede volar hacia otro cuerpo y mente.
Cuando discutimos la vacuidad del “yo” no estamos negando o refutando al “yo” convencional, ni estamos negando la existencia de la proyección del “yo” falso. Estamos refutando que el “yo” convencional exista en la manera de un “yo” falso. La palabra vacuidad significa “una ausencia”. Lo que está ausente es que nuestra proyección de un “yo” falso se refiera a algo real – está ausente un referente real de nuestra proyección – . Está ausente no en el sentido de que un elefante está ausente de la habitación porque se encuentra en otra habitación. Está ausente en el sentido de que no hay ningún elefante rosa en esta habitación. Los elefantes rosas no existen. Pero es más que eso. Está ausente en el sentido de que este cuarto no existe como si estuviera embrujado por un monstruo. La vacuidad se refiere a la ausencia de una forma imposible de existencia que nunca ha existido en absoluto. La forma de existencia que es refutada es que el “yo” convencional existe en la forma de un “yo” falso.
Cuando eliminamos esta forma de existencia totalmente imaginaria e imposible – la existencia como un “yo” estático y monolítico separado de los agregados – entonces vemos lo que queda. Lo que queda es un “yo” que está cambiando todo el tiempo, etc., pero que proyectamos como si fuera el jefe, el controlador que presiona los botones y decide qué hacer. Es inquietante y es el autor de la voz en nuestra cabeza. Esto aparece ante todos nosotros como quien realmente somos.
Cuando vemos que esto tampoco se refiere a nada real y que es sólo una proyección basada en apariencias, nos quedamos con la proyección de un “yo” que, sin embargo, aún puede ser conocido por sí mismo. Cuando queremos que alguien “me” quiera, sólo a “mí” por mí mismo y nada más, ¿acaso no estamos pensando que alguien puede amarnos sin amar simultáneamente algo de nosotros, como nuestro cuerpo, nuestro intelecto, nuestra personalidad, nuestro sentido del humor, nuestra forma de hacer las cosas, nuestras posesiones, etc.? Eso es imposible.
Así que ahora nos quedamos con el etiquetado mental. Pero aún así pensamos – y nuestra mente lo hace aparecer de esa manera – que debe haber dentro de nosotros alguna marca característica definitoria individual que pueda encontrarse que nos haga ser “yo” y no “tú”, y que nos permita ser etiquetados correctamente como “yo” y no como “tú”. Es difícil para nosotros decir qué es lo que nos hace ser “yo”, pero pensamos que tiene que haber algo. Sin embargo, cuando investigamos si hay algo que nos haga ser quienes somos, algo que permita un etiquetado correcto, descubrimos que no hay nada que pueda encontrarse. Nos quedamos con el hecho de que nuestra existencia como “yo” es establecida meramente en términos sólo del etiquetado mental.