13 Cuatro ejercicios para deconstruir las apariencias engañosas

Ejercicio 12: Visualizar los cambios en la vida

El primer ejercicio para deconstruir las apariencias engañosas, nos ayuda a disolver las impresiones incorrectas que podamos tener de que las situaciones o las personas son permanentes. Necesitamos deconstruir nuestra sensación de que la apariencia de las personas, su comportamiento o nuestra reacción hacia ellas es algo fijo. Comenzamos mirando una fotografía o simplemente pensando en alguien con quien tengamos una relación cotidiana cercana, por ejemplo, un familiar. Notamos cómo la persona aparece como si existiera permanentemente de una misma edad, la presente o una pasada, y cómo tratamos a la persona insensiblemente debido a ello. Por ejemplo, pareciera que nuestros padres siempre han sido viejos y que nuestros hijos siempre son niños.

Para deconstruir esta apariencia engañosa, tratamos de visualizar retratos de nuestro familiar que incluyan cada año de su vida, desde su nacimiento hasta su muerte, proyectando cómo se verá en el futuro. Al visualizar estas imágenes una sobre otra de forma vertical, como una baraja, imaginamos que las de su infancia hasta el presente están de un lado de la persona, y aquellas que abarcan su vejez y su muerte están del otro lado. Al revisar rápidamente el conjunto de imágenes, tratamos de ver la imagen presente sólo como una más de la serie.

A pesar de la verdad de nuestra visión deconstruida, necesitamos mantener a la vista la etapa actual de la vida de nuestro familiar para poder relacionarnos significativamente. Por lo tanto, tratamos de enfocarnos en la persona a través de dos “lentes” de forma alternada. A través del primero, vemos sólo su apariencia actual precisa, y a través del otro, vemos su imagen cambiante que abarca toda una vida. Después de alternar una y otra vez nuestra perspectiva restringida y nuestra perspectiva ampliada, tratamos de percibir las dos de manera simultánea, como ver unas persianas y una calle muy transitada detrás de ellas. Podemos hacer esto mirando una fotografía mientras proyectamos los cambios de la vida sobre ella, o visualizando las dos imágenes sobrepuestas. Finalmente, dejamos que se asiente en nosotros la sensación de que la apariencia de nuestro familiar como concretamente de una sola edad, no representa su identidad duradera. Cuando hayamos avanzado en esta práctica, podemos repetir el procedimiento extendiendo la visualización para incluir imágenes hipotéticas de vidas pasadas y futuras, o al menos la sensación de su existencia.

El mismo método nos puede ayudar a deconstruir la sensación engañosa de que alguien tiene una identidad permanente y singular, basada en un incidente desagradable. Por ejemplo, cuando un familiar nos grita enojado, a menudo consideramos a esa persona exclusivamente bajo esa luz por varios días y perdemos de vista otras interacciones con la persona. Sin embargo, aquí trabajamos solamente con nuestra concepción de nuestro familiar. Podemos usar una fotografía como punto de referencia para ayudarnos a regresar al ejercicio si nuestra mente divaga. Sin embargo, una fotografía con frecuencia nos encierra en la escena en la que fue tomada y no es conveniente para representar cómo consideramos a la persona ahora.

Primero, nos enfocamos en nuestra concepción de nuestro familiar basada en el incidente y notamos qué tan fija la sentimos. Nuestra concepción puede tomar la forma de una imagen mental, una impresión más vaga de la persona gritando enojada o un término peyorativo para la persona. En cada caso, usualmente acompañamos nuestra concepción fija con una fuerte emoción. Luego recordamos otros encuentros en los que la persona haya actuado de manera diferente. Con frecuencia, la persona ha sido afectuosa, graciosa, astuta, etc. Al representar estas escenas también con imágenes mentales o impresiones vagas, las imaginamos aunadas a una variedad de posibles escenas futuras en las que la persona pueda actuar diferente, como diapositivas apiladas en ambos lados de nuestra concepción fija. Después seguimos el resto del procedimiento como lo hicimos antes.

Por último, dejamos que profundice en nosotros el entendimiento de que la apariencia aparentemente fija de nuestro familiar como una persona desagradable, es una visión limitada y engañosa. Así, desde la perspectiva de una vida entera, se aminora la importancia de cualquier escena emocionalmente difícil. Aun si el comportamiento molesto es un patrón recurrente en la vida de la persona, ésta también está integrada por otras formas de comportamiento. De cualquier manera, necesitamos lidiar apropiadamente con lo que ha pasado ahora.

Para deconstruir nuestros sentimientos aparentemente fijos hacia el familiar que nos molesta, podemos seguir la misma aproximación, usando una imagen mental o una impresión más vaga de la persona como punto focal para representar cada sensación. Como hicimos anteriormente, podemos usar una fotografía como punto de referencia. Cuando nuestros sentimientos parecen fijos, esto puede causar que olvidemos otras emociones que hayamos sentido hacia la persona a lo largo de nuestra historia juntos. También pueden obscurecer el hecho de que podemos sentirnos de manera diferente en el futuro. Necesitamos ver lo que actualmente sentimos en un contexto más amplio. Sin embargo, al mismo tiempo, necesitamos respetar lo que sentimos y no reprimirlo. Cuando deconstruimos el enojo, por ejemplo, ya no parece ser nuestro único sentimiento hacia alguien. Sin embargo, necesitamos lidiar con él hasta que sus últimos residuos hayan desaparecido.

Practicamos la segunda fase del ejercicio mientras nos sentamos en círculo con hombres y mujeres de la variedad más amplia de edades y antecedentes como sea posible. Al mirar a cada uno a la vez y seguir el procedimiento anterior, primero deconstruimos su apariencia engañosa como personas que siempre han tenido y siempre tendrán su edad o peso actual. Luego, para deconstruir la apariencia de que tienen una identidad singular aparentemente permanente, apartamos la mirada y trabajamos con nuestras impresiones de cada uno. Para ayudarnos a mantener nuestro punto de referencia, podemos volver a mirar a la persona ocasionalmente. Practicar frente a un compañero no es conducente para la deconstrucción, pues la tentación de mirarse mutuamente a los ojos es demasiado irresistible.

Para personas que no conocemos, tratamos de trabajar con la impresión superficial que obtenemos solamente al verlas, sea positiva o negativa. Tener una impresión positiva de alguien, por ejemplo, como una persona agradable que no tiene problemas, puede hacernos tan insensibles a su realidad como si tuviéramos una impresión negativa. Cuando una persona semejante nos cuenta algunas dificultades de su vida, a menudo las trivializamos o no las tomamos en serio, ya que no encajan con nuestra imagen de la persona. Si nos enteramos de aspectos oscuros y ocultos de su comportamiento, especialmente si creíamos que la persona era espiritualmente avanzada, podemos reaccionar de manera exagerada y perder toda fe.

Durante esta parte del ejercicio, visualizamos a cada persona del círculo dentro de un grupo de imágenes de otros aspectos de su personalidad y comportamiento, ya sean conocidos o hipotéticos. De manera similar, las meditaciones tradicionales budistas para obtener ecuanimidad, nos permiten ver a todos como amigos o enemigos potenciales. Cuando se practica adecuadamente, dicho entrenamiento no nos lleva a perder la confianza en todo el mundo, sino que en lugar de ello, produce una actitud realista y un equilibrio emocional. Concluimos esta fase del ejercicio deconstruyendo similarmente cualesquiera sentimientos en apariencia permanentes hacia cada persona, incluyendo la indiferencia. Lo hacemos también mientras apartamos la mirada y sólo volvemos a mirarlos como punto de referencia.

La tercera fase del ejercicio sigue el mismo procedimiento. Sin embargo, nos saltamos el paso de trabajar con el espejo por la misma razón por la que no practicamos frente a un compañero. Primero, nos enfocamos en nuestra autoimagen actual. Para deconstruir su apariencia engañosa como si tal fuera nuestra identidad singular y permanente, tratamos de verla en el contexto de otros aspectos de nuestra personalidad y comportamiento, tanto del pasado como de un futuro hipotético. Luego, repetimos el procedimiento para deconstruir cualesquiera emociones aparentemente fijas que podamos sentir hacia nosotros como somos ahora.

A continuación, para deconstruir nuestra identificación con nuestra apariencia física actual o con cómo nos veíamos en una etapa de nuestra vida, seguimos el mismo procedimiento al trabajar con una serie de fotografías pasadas y presentes de nosotros mismos, y añadimos imágenes proyectadas de cómo podríamos vernos en el futuro. Por último, usando las fotografías solamente como referencia, deconstruimos cualesquiera concepciones y sentimientos fijos que podamos tener hacia nosotros mismos, en períodos particularmente difíciles de nuestra vida. Dado que basamos dichas concepciones y sentimientos en recuerdos selectivos, necesitamos vernos bajo la perspectiva de un rango más amplio de recuerdos.

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