El karma se refiere a los impulsos predominantes que conducen nuestros pensamientos, los movimientos compulsivos de nuestro cuerpo y las expresiones compulsivas de nuestro discurso con los que cometemos, por ejemplo, acciones físicas y verbales destructivas. Como resultado, construimos potencial kármico negativo y tendencias kármicas negativas que, con el tiempo, producen resultados de sufrimiento. El sí mismo, lo que designamos como “yo”, es el agente de estas acciones y quien experimenta sus resultados y, por lo tanto, es el responsable de ellos. Sin embargo, cuando imaginamos que existimos en formas imposibles que no corresponden con la realidad, como la persona mala y horrible que hizo tales cosas malas y terribles, y nos aferramos firmemente a esa identidad, entonces nos llenamos de culpa. Para superar esa culpa, necesitamos deconstruir la causa y efecto kármico y el yo y, por lo tanto, diferenciar la responsabilidad de la culpa.