La sensibilidad es una función de dos variables – atención minuciosa y respuesta sensible – cada una de las cuales, o ambas, pueden ser débiles (insensibilidad), fuera de proporción (hipersensibilidad) o equilibradas. Sin embargo, el grado y calidad de nuestra sensibilidad no son constantes matemáticas que permanecen fijas durante toda una vida. Necesitamos reconocer los tipos de sensibilidad desequilibrada que padecemos para poder tratarlos. Podemos cambiarlos a través de diversos métodos para desarrollar o fortalecer la variedad positiva y para reducir o eliminar la negativa.